viernes, 24 de diciembre de 2010

A MIS AMIGOS INVISIBLES.

A mis amigos invisibles, aquellos que visitan el blog con asiduidad y aquellos que pasan por aqui, en un paseito de esos que todos damos, cuando nos metemos en internet a buscar algo. A todos agradecerles y convocarlos para seguir encontradonos en esta ventana.
Paz, Salud, Prosperidad y Felices Fiestas para todos.

lunes, 20 de diciembre de 2010

EL PRURITO DE DICIEMBRE



Todos los diciembres sin falta, y como una predestinación divina, me pregunto por qué las ciudades se vuelven aún más desquiciadas que de costumbre, convirtiendose por estas fechas, en un gran mercado persa, volviendo las calles intransitables de gentes que van y vienen, como hormigas guiadas por las feromonas.

A todos nos invaden los mismos sentimientos encontrados. Por un lado el llamado “espíritu navideño” se apodera de nosotros queriendo ser mejores en todo: mejores ciudadanos, mejores hijos, mejores compañeros; regalar a todo el mundo, no importa lo que gastemos y que el mes de Enero lo pasemos en blanco. Hay que consumir, hay que estar alegres, hay que querernos todos, por decreto, o como por un mandato que viene implícito junto con el último mes del año, junto a los cielos azules y despejados; junto al frío amable por estas fechas en el trópico.

Al mismo tiempo desearíamos desaparecer de las ciudades, de sus luces, del ruido, del tráfico infernal, de la compulsividad de comprar cosas que en la mayoría de los casos no hacen falta. A eso llamo “el prurito navideño”, que se manifiesta en esa loca carrera de hacer y comprar “todo” antes del 24, ¿será que acaba irremisiblemente el mundo todos los 24?

Se pintan las casas (no importa que en Nochebuena se esté aún limpiando), se tapizan muebles, se hacen cortinas, se tiñen los pelos, se instalan cocinas, etc, etc., y etc. Otro prurito muy común es el de la comida. “Hay que” comer de todo lo que no se ha comido durante todo un año y además, en cantidades excesivas. Nuestras mesas están groseramente repletas de todo tipo de sabores, los típicos de Diciembre, más los antojos que se han ido acumulando durante todo el año. Resultado: una culpa tremenda en Enero y consultórios llenos de pacientes arrepentidos en el primer mes del año, con el presentimiento de que caeremos una y otra vez en la misma historia.

También, hay quienes rompen ese círculo compulsivo y obsesivo yéndose de las ciudades, de sus luces y  sus sombras, tratando simplemente de descansar y sobrevivir a los días “felices y festivos” de Diciembre.

sábado, 18 de diciembre de 2010

HABLABA Y HABLABA...

Max Aub

Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.

Cortesía Ciudad Seva

miércoles, 15 de diciembre de 2010

jueves, 9 de diciembre de 2010

MEDIO PAN Y UN LIBRO


 

Locución de Federico García Lorca al Pueblo de Fuente de Vaqueros (Granada). Septiembre 1931.

"Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. ‘Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre’, piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.

Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada. 
No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.
Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros? 
¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!’. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.

Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: ‘Cultura’. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

PATERAS



La mar recibe y devuelve lo que es extraño y ajeno a sus aguas. Permite que la naveguen, que rasguen su transparencia las filosas quillas de los barcos, que la luna llena altere su inmenso vientre en las noches de creciente; que el viento la tome por asalto cuando va de camino hacia ninguna parte.

Del Sahara en un viaje cansado llega el Siroco en primavera. Viento que acude a la cita con el Mediterráneo. Calores secos que arrastran partículas de polvo que enturbian la mirada de los hombres, y amodorra a los camellos. Vientos viejos que han estado presentes en la historia y que un día, enloquecieron a Ulises, en su viaje al interior de sus propios miedos. Acarician dunas y penetran velos susurrando palabras mágicas en los oídos de las mujeres árabes. Tierras de nadie, ciegas y sordas ante el paso de caravanas trashumantes. Al cruzar el mar, desatan tormentas, en su encuentro con otros vientos y otras tierras. Los cielos se nublan y aparecen las lluvias, que bendicen tierras aletargadas por el frío del invierno.

Como vientos sin destino seguro, los hombres y mujeres del continente negro abordan pateras, embarcaciones pequeñas y muchas veces en mal estado, y se adentran en las aguas del atlántico, que separan dos continentes desiguales. Mientras el blanco se mira en profundidad su ombligo, que es su epicentro, el negro busca la manera de hacerse visible, y tomar parte del festín prometido por los medios de comunicación.

Continentes cercanos, separados apenas por un estrecho de agua, que se profundiza y encabrita por las corrientes, empeñadas en separar lo que un día fue un solo cuerpo, el nacimiento del hombre, de la evolución; el origen común de nuestra especie. Buscando las diferencias se tiende a profundizar más los aspectos que los hacen distintos, que a detenernos y contabilizar, la cantidad de caracteres que los asemejan a nosotros. Por eso el miedo y el recelo.

Cada amanecer los mueve el mismo instinto, y sienten en sus carnes los mismos dolores. Los mismos anhelos y necesidades, los ponen en pie cada mañana, para salir a luchar, a ganar o a perder, en los diferentes habitad en que se desarrollan sus vidas.

Continente que quedó fragmentado y a su suerte, después de que el señor de la guerra lo abandonara, dándole libertad para morirse de mengua.
Continente de fronteras y nombres cambiables cada cierto tiempo, según el grupo ganador de la contienda. De miles de dialectos y economías que van del trueque, al brillo oculto del diamante camino a Ámsterdam.
Eternos nómadas, en una suerte de metáfora que vertebra el destino del ser humano a través de la historia, en su inquietud, en el desasosiego propio de nuestra especie.

lunes, 22 de noviembre de 2010

NOTAS SOBRE EL ARTE DE ESCRIBIR

Clarice Lispector, collage

     Clarice Lispector

Escribir es una maldición que salva. Es una maldición porque obliga y arrastra, como un vicio penoso del cual es imposible librarse. Y es una salvación porque salva el día que se vive y que nunca se entiende a menos que se escriba.

¿El proceso de escribir es difícil? Es como llamar difícil al modo extremadamente prolijo y natural con que es hecha una flor.

No puedo escribir mientras estoy ansiosa, porque hago todo lo posible para que las horas pasen. Escribir es prolongar el tiempo, dividirlo en partículas de segundos, dando a cada una de ellas una vida insustituible.

Escribir es usar la palabra como carnada, para pescar lo que no es palabra. Cuando esa no-palabra, la entrelínea, muerde la carnada, algo se escribió. Una vez que se pescó la entrelínea, con alivio se puede echar afuera la palabra.


Carl Larsson, imagen de AllPosters
                                                             


VARIOS CONSEJOS
Ernest Hemingway

Escribe frases breves. Comienza siempre con una oración corta. Utiliza un inglés vigoroso. Sé positivo, no negativo.

La jerga que adoptes debe ser reciente, de lo contrario no sirve.

Evita el uso de adjetivos, especialmente los extravagantes como "espléndido, grande, magnífico, suntuoso".

Nadie que tenga un cierto ingenio, que sienta y escriba con sinceridad acerca de las cosas que desea decir, puede escribir mal si se atiene a estas reglas.

Para escribir me retrotraigo a la antigua desolación del cuarto de hotel en el que empecé a escribir. Dile a todo el mundo que vives en un hotel y hospédate en otro. Cuando te localicen, múdate al campo. Cuando te localicen en el campo, múdate a otra parte. Trabaja todo el día hasta que estés tan agotado que todo el ejercicio que puedas enfrentar sea leer los diarios. Entonces come, juega tenis, nada, o realiza alguna labor que te atonte sólo para mantener tu intestino en movimiento, y al día siguiente vuelve a escribir.

Los escritores deberían trabajar solos. Deberían verse sólo una vez terminadas sus obras, y aun entonces, no con demasiada frecuencia. Si no, se vuelven como los escritores de Nueva York. Como lombrices de tierra dentro de una botella, tratando de nutrirse a partir del contacto entre ellos y de la botella. A veces la botella tiene forma artística, a veces económica, a veces económico-religiosa. Pero una vez que están en la botella, se quedan allí. Se sienten solos afuera de la botella. No quieren sentirse solos. Les da miedo estar solos en sus creencias...

A veces, cuando me resulta difícil escribir, leo mis propios libros para levantarme el ánimo, y después recuerdo que siempre me resultó difícil y a veces casi imposible escribirlos.

Un escritor, si sirve para algo, no describe. Inventa o construye a partir del conocimiento personal o impersonal.


Cortesía Ciudad Seva

lunes, 15 de noviembre de 2010

EL TRAJE DE LUCES

Obra de Joan Miró, imagen tomada de elpresley.blogspot.com

                                                                         

Érase una vez una dehesa verde y roja, con el verde que da el trigo en primavera, y el rojo sangre de la mortífera y delicada amapola. Allí se conocieron por primera vez el toro y el torero, y desde entonces, salían todas las tardes a pasear juntos, en silencio, uno al lado del otro, con pasos acompasados, cortos y medidos, como ensayados. Creo que se amaban el uno al otro, con ese amor que da la soledad compartida.

Una tarde fría y húmeda que presagiaba tormenta, vinieron unos hombres armados de ojos rojos y negros fusiles. Se llevaron al toro, mientras el torero dormía a la sombra de una amapola. Al despertar todo fue desolación, furia contenida. Con la boca babeando de rabia, buscó su ajustado traje de luces. Con la respiración mantenida, se lo puso. Todo cuadró perfecto, cada costura a un lado, cada bordado brillaba alegre e independiente; cada hilo ensartando miles de premoniciones.

Cogió el camino más seguro y polvoriento para ir al pueblo a buscarlo. La noche y la plaza se fueron acercando despacio. Estaba llena hasta la bandera, había risas, suspiros y temores. Señoras con lunares y señores con sombrero.

Súbitamente una furia helada, inusual en él, lo arrastró hasta la mitad de la plaza. Buscó a su compañero, que lo esperaba subido en sus cuatro patas. La noche los arropó medio dormida, ¿cómo salir de ahí? se hablaba el torero, de ese círculo de arena caliente, de ese haz de luz mortal que era su estocada; de esa rabia envolvente.

Somnolientas, las luces de su traje se fueron apagando de una en una, poco a poco, hasta que se hizo la oscuridad total, y pudieron salir.

viernes, 12 de noviembre de 2010

CUENTO DE TU INFANCIA


Alas de Ombú
Poesía e imagen de Sofía Serra Giraldez, amiga, poeta, fotógrafa con quien  además, comparto tierra y la pasión por la palabra.


Porque soy una princesa,                                                 
ama de llaves de todas las calmas encontradas,
abierta y guarecida de todas las inconsciencias,
embelesada ante su propio brillo de alma trotamundos...
Porque soy una princesa,
relatadora,
contadora de guisantes en el mercado cercano,
aviso de la humanidad mal asistida...
Porque soy una princesa,
ama de cría,
ama de sueños y embelesos de mis ojos castaños preguntando al devenir por el sueño,
por el descanso gozoso de tu alma precursora,
de tus pestañas,
de tus compañías en diez besos manifiestas.
Porque soy una princesa a la piedra clavada,
vertebrada en la curva,
molida y amasada por las manos de no sé qué aliento,
te beso,
... y el aire dibuja en tu consciencia la densidad,
la física por la que duermes en tu edén de permanente.

Perteneciente al poemario "Mi ombligo bajo la helada" Febrero 2003

lunes, 8 de noviembre de 2010

UN MILAGRO

Deméter, de Eduardo Laborda
 Un milagro
Llorenç Villalonga
                                                                                                                                     

Le habían asegurado que la Sagrada Imagen retornaría el movimiento al brazo paralizado y la señora tenía mucha fe. ¡Lo que consigue la fe! La señora entró temblando en la misteriosa cueva y fue tan intensa su emoción que enmudeció para siempre. Del brazo no curó porque era incurable.

Cortesía Ciudad Seva

viernes, 5 de noviembre de 2010

EL ECLIPSE

                                                                         

Augusto Monterroso

Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.

Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.

Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.

Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.

-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.

Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.

Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

Cortesía Ciudad Seva

viernes, 29 de octubre de 2010

SUEÑOS DE SILICÓN



OBRA DE RUFINO TAMAYO
          
                                                                 

Camina erguida desafiando al mundo, sus senos son potentes focos de atención. En ellos ha concentrado todo su valor, toda su autoestima. Costaron muchos meses de sueldo, de privaciones, después dolieron bastante, estaban inflamados. Las cicatrices tardaron en cerrarse, el organismo quiso rechazarlos, pero al final, se impuso la necesidad, la sobrevivencia.


Con cuatro hijos que sacar adelante sin padre, se hace difícil, quien me mandaría, pero ese egoísta siempre tuvo una labia, una forma de enamorarla a una, de susurrar bajito en la oreja lo que yo quería oír, lo que necesitaba oír, porque era lo que yo quería oír; puras mentiras que hicieron mi día a día mas agradable. Olvidarme de cómo pagaríamos la matrícula del colegio, la lavadora echada a perder desde marzo, el calentador, el horno…,todo se puso de acuerdo para estropearse al mismo tiempo, así pasa, pareciera que lo malo sólo se encadena con lo peor; puro problema. Por eso un día me armé de todo el valor que podía almacenar en mi cuerpo y mandé a Fernando al carajo. Fabiana se desajustó toda, no hacia sino pelear con sus hermanos. Carmelina parece haberlo aceptado todo con la pasividad que ella se toma la vida. Los dos pequeños con tal de que les deje salir a sus fiestas, lo demás, que importa.
Los primeros meses no fueron fáciles, todos lo extrañábamos, aunque siempre fue un bueno para nada. Después me puse las pilas y las tetas, y santo remedio. Las ventas en el trabajo ascendieron, así como la atención de los compañeros, claro las mujeres picadas, para lo que me importa. Yo las muestro todo lo que quiero, hay que ver como abren puertas.
Así fue como conocí a Carlos el amigo de Tomas, mi compañero de trabajo. Cuando se me acercaba no podía quitar sus ojos de mis lolas. Sus manos empezaron a revolotearme por todo el cuerpo, hasta que en un descuido me rozó una. Yo me hice la loca y él, el pendejo.
Unos meses después, me propuso que viviéramos juntos en el apartamento vacío de los Dos Caminos. La familia lo tenía cerrado, porque a Carlos siempre le gustó vivir con la mamá.
Nos mudamos con los cuatro niños, los quinientos peroles y mis ganas inmensas de sobrevivir.
Fernando, cuando se acordaba, depositaba la pensión de los muchachos y me exigía que dejara de llamarlo, de rastrearlo por celular todos los primeros de cada mes, como teníamos acordado. Cuando no depositaba, yo echaba sapos y culebras por esa boca, porque uno se cansa y se le baja la autoestima, con todo y silicón para subírtela. Porque es muy brava la lucha y el cansancio que se acumula todos los días en esta vida.
Ahora estoy con Carlos que es tan seco con ellos, los niños aún no se adaptan, extrañan al zángano pero divertido del padre, creo que Carlos los quiere pero no los tiene paciencia, porque él siempre fue un niño agarrado a las faldas de su madre. A veces les grita, y yo veo como que se contiene para no decirles una barbaridad. Es difícil.
En la noche pago mi tributo religiosamente. No importa lo cansada que venga del trabajo, que los muchachos me aturdan con sus tareas y que la ropa sucia no quepa en el cesto, o que a mí me duela hasta el silicón, y las ganas las tenga por el suelo; pago es pago. Y menos mal que me ligué, tú te imaginas cada año un parto como mi mamá, fértil hasta el agotamiento.
Pero yo no haré como ella, aguantar hasta que me reviente, espera que los muchachos se puedan defender solos. Mi madre, esa fue otra zoqueta. La diabetes se la llevó mansamente y ella, como para ayudarla, se hartaba de dulces que escondía en el cuarto. Se los comía con deleite, casi con lujuria. Había algo en este acto que espantaba y atraía. Yo la acechaba desde mi adolescencia. Nunca nos entendimos, creo que es ahora cuando empiezo a comprenderla. Mi abuela, su madre, tuvo trece hijos, se le desgarró el vientre en su último parto, como un lienzo gastado, perdió la trama, se deshizo con el uso. Me viene de casta. Pero conmigo se acaba la tradición. Mis hijas no serán tan bobas.


Noche de grillos y de luna llena. Recoge la ropa tirada por el suelo, ordena libros, termina tareas, mientras que de la cocina sale el olor a carne molida con tomate. Riega los sedientos geranios y la albahaca antes de acostarse. Se mira al espejo mientras desliza sobre sus hombros las tiras del camisón.

viernes, 22 de octubre de 2010

PAUL NEWMAN, GUAPO ENTRE LOS GUAPOS

                                                                     
                                                                                            

No recuerdo en qué película conocí a Paul Newman. Cúal fue el personaje, si el amargado de La gata sobre el tejado de zinc, el que pasa de todo en Harper investigador privado, o el socarrón inolvidable de Dos hombres y un destino; pero el hecho es, que quedé flotando en el azul de sus ojos, encantada con su "caminao" y con esa manera de resolverse la vida metido en la piel de cualquier sujeto. Quizás la versatilidad le viniera de ser hijo de judío alemán y de madre de ascendencia asiática, de su pasantía por Yale o del Actor Studio; el caso es que el hombre enamoraba a todos en los primeros fotogramas en que aparecía. Que se lo digan a Joanne Woodward que estuvo casada con él por 50 años, y le acompañó en todos sus proyectos y aventuras nuevas. Siempre mantuvo su vida privada al margen de los saraos de Hollywood, y en los primeros años de los sesenta, le compró a la Warner su contrato en el estudio, para poder elegir con libertad los guiones y las películas en las que actuaría. Perteneció a la generación de Marlon Brandon y de James Dean y amó a tantas mujeres como el guión se lo exigía, pero a Joanne solo la compartía con su pasión por la Fórmula Uno, exactamente con su Porche 935, con el que terminó segundo en Las 24 horas de Le Mans, en el año 1979. Aunque su sueño, en sus años jóvenes, era ser piloto de aviones,  al alistarse en el ejército descubrieron que el dueño de esos ojos azules tan hermosos, era daltónico. Fue uno de los primeros artistas famosos que se declararon hombre objeto por el acoso al que se veía sometido, por lo que usaba lentes lo mas oscuro que encontraba. Su filmografía se acerca a las 100 películas, con una variedad de registros con los que pudo demostrar su gran capacidad actoral y su magnetismo. También quiso explorar el mundo de la dirección con películas intimistas, de un gran lirismo y donde demostró su capacidad en la dirección de actores, como Raquel, Raquel y El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas, ambas protagonizadas por su esposa Joanne. En 1984 dirigiendo la película Harvy e hijo, quiso encontrarse con un fantasma que le habitó durante toda su vida, la tristeza de haber perdido a su hijo por una sobredosis de alcohol y drogas, historia de desencuentros familiares que se repite por generaciones.
Quiso agradecerle a la vida lo mucho que esta le había dado, creando fundaciones como la Scott Newman y donando todas las ganancias de su empresa de aderezos y salsas llamada Newman's Own.
Utilizó la ironía como defensa ante el sinsentido de la vida y de los muchos personajes que interpretó, fue amalgamando su hoja de vida. Como dijo un periodista al saberse la noticia de su fallecimiento: "fue discreto y elegante hasta para morirse".

martes, 19 de octubre de 2010

El SUEÑO DEL REY

La persistencia del tiempo, obra de Salvador Dalí
                                                                 

                                                                                           
Lewis Carroll

-Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo sabes?

-Nadie lo sabe.

-Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería de ti?

-No lo sé.

-Desaparecerías. Eres una figura de su sueño. Si se despertara ese Rey te apagarías como una vela.

FIN

Cortesia Ciuda Seva

domingo, 17 de octubre de 2010

LAS FOTOGRAFIAS DE EMILIO MORENATTI




Paseo del Prado en la mañana sombreado por los castaños de Indias. Las piedras del adoquín brillan pulidas por los años, por el paso indiferente de los carruajes y del hombre de a pie.
Por las aceras del Paseo del Prado caminan los turistas, son fácilmente reconocibles además de su indumentaria y sus planos de mano, por el gesto soñoliento de sus caras, que indican cansancio acumulado por las horas de vuelo que les han llevado de un lugar a otro, en rutas programadas, donde importa más el número de ciudades visitadas, que el autentico disfrute y contemplación de cualquiera de ellas.

Ejecutivos de grandes corporaciones, de riguroso azul marino o negro e identificados con rótulos de material plástico, salen a desayunar en bandadas. Los museos están aún cerrados. De las cafeterías sale un olor a café torrefacto, y en una de ellas, hay un músico instalado en sus puertas tocando una melodía que recuerda los blues, de esos que te transportan a un rincón de la memoria, donde está almacenada la nostalgia.

La primavera no acaba de entrar, dicen nuestros mayores enganchados del brazo, sosteniéndose unos a otros y bloqueando el paso por la acera. La gente joven camina rápido, porque para variar, está agobiada y va con prisa a cualquier lugar previamente ubicado por las coordenadas de Internet, por Google y sus buscadores de calles, cual ejercito de piratas liliputienses, facilitadores de direcciones y de personas para propiciar el encuentro de unos con otros, en ese mar anónimo que es la ciudad; la gran ciudad.

Llego al museo de la Caixa Forum, a mi cita, y me sorprende el jardín colgante y vertical, con matas que desafían la gravedad, mostrando una pared verde que nos habla de otras formas de hacer realidades, de ver realidades; de que el ser humano siempre encuentra alternativas para lo convencional y lo rutinario. A su lado izquierdo y como enmarcado por el jardín vertical, esta un elefante parado sobre su trompa, en un perfecto equilibrio. Parece un elefante joven y juguetón. La gente se sienta cerca buscando sombra en la hora de más calor.
En lo que fue el edificio de la Central Eléctrica del Mediodía hace muchos años, el ladrillo viejo y remozado, comparte fachada con el acero nuevo con texturas de antigüedad. Dos arquitectos suizos juntaron los materiales representativos de tiempos diferentes, creando formas nuevas que habitan en armonía.
El interior del museo te recibe con una escalera en forma de semicaracol, con el piso de metal de acero frío y brillante, que desemboca en otra escalera también de caracol blanca impoluta que asciende hasta el 4 piso. Los turistas se asoman y toman fotos. Yo cojo el ascensor y voy bajando hasta llegar a la sala donde se exhiben las fotos ganadoras de los premios FotoPres“La Caixa” 09.

El primer premio son fotografías a color y en un formato grande de 50 por 70 aproximadamente. Testimonios de la crueldad humana. Son mujeres quemadas, deformadas por ácido con que las han castigado sus pretendientes, maridos o familiares, por desobedecer mandatos, peleas conyugales, infidelidades comprobadas o no: por ser mujeres y carecer aún de los mas elementales derechos. Son mujeres pakistaníes, de distintas edades y condiciones sociales, algunas ciegas, otras con una masa informe de piel donde había un rostro con expresiones humanas.

Emilio Morenatti ( Jerez de la Frontera,1969) autor de las fotografías, habló de la necesidad reflejar ante todo el coraje de estas mujeres, de generar preguntas en torno a la violencia de género, a la violencia en general , con la que nos hemos acostumbrado a compartir espacios o, a la indiferencia como alternativa ante a la impotencia y al dolor. Están mutiladas para la vida, sus rostros además de sus lenguas ya no podrán expresar emociones. Están presas en unos cuerpos que cada día les recuerda que fueron señaladas, juzgadas y después castigadas, por seres cercanos en parentesco y afectos. Están solas ante sus familias y todos aquellos que las apartaron del derecho a llevar una vida, su vida, y no la que determinaron otros para ellas. Es imposible verlas sin sentir pena y rabia en partes iguales. Me revindico con la suerte, con mi día a día, con los hilos que  nos mueven aún a sentir las heridas ajenas. Me aprieto los brazos buscando el calor de la ropa que me cubre. Me detengo ante la imagen de una de las mujeres, la miro fijamente a su único ojo, está maquillado, y mira a la cámara con el coraje que da la sobrevivencia. Otra joven mujer, casi una niña, tiene en su mano una foto de ella antes de la agresión y la enseña al fotógrafo mirando a la cámara con firmeza, otra también joven tiene una sonrisa tímida, quizás todavía esperanzada. Algunas parecen fantasmas que se cubren con velos ante vergüenzas propias y ajenas

Miro a mi alrededor y no encuentro a nadie, me he quedado sola con ellas. La sala se hace aun más grande y más oscura con las ausencias. La gente prefiere pasar a otra sala, otra historia; es difícil permanecer ante en horror con las manos vacías, sin poder hacer mas que contemplar unos rostros desfigurados por la barbarie y la ignorancia.

Afuera en la calle ha levantado la mañana, se ha definido el tiempo en un sol tibio de primavera que agradezco y valoro. Caminamos hacia el metro.
De noche y en la casa termina el día, y siento que aún me persiguen sus miradas, como recuerdos que han tomado cuerpo. Entonces, espero que el sueño de la noche se lleve sus rostros.

martes, 12 de octubre de 2010

GOLIARDOS Y VERSOS DEL CARMINA BURANA


Monasterio de Santa Maria de Ripoll



Durante el siglo XII y como producto de las transformaciones de las ciudades, los caminos que unen pueblos y ciudades estaban transitados por todo tipo de peregrinos en busca de indulgencias unos, y otros, buscando la manera de sobrevivir en tiempos difíciles. Entre los caminantes había un grupo formado por clérigos errabundos, como ellos mismos se llamaban, y estudiantes desertores de universidades y escuelas. Se les llamó goliardos del vocablo francés "goliart" que significa bufón, también se dice que proviene del nombre del gigante bíblico Golias, símbolo de los enemigos de la iglesia Ambos compartían el mismo pensamiento critico y burlesco hacia la sociedad feudal de la que renegaban al declararse abiertamente en contra de los principales estratos de poder, como la iglesia y la nobleza. Vivian de ciudad en ciudad, su hogar estaba en cualquier parte donde hubiera una plaza publica o una taberna y oyentes para sus versos, que criticaban al clero avaro y ávido de poder y a la nobleza déspota y sin mas argumentos para gobernar que el designio de Dios. También la milicia, de pocas luces y entendimientos,  cuya razón de vida era hacer la guerra en cualquier lugar donde se le requiriese,era fuertemente cuestionada. Toda la cultura oficial era blanco de sus burlas, fueron poetas malditos que habían conocido de cerca los abusos de poder y la actitud farisaica de sus superiores y gobernantes. En su afán de contradecir y oponerse al absurdo y dictatorial de las normas oficiales, alaban los placeres de la vida en sus formas mas desaforadas y provocativas. Y así, se declaran seguidores de Baco, el dios del vino al que sirven y reverencian, de los placeres de la carne y el juego; declaran a la lujuria la principal de las virtudes, seguida del comer con gula y del regocijo de dar placer al cuerpo sobre todas las cosas.

Sus versos van de lo profano a lo divino, igual se expresan en latín culto que en el habla simple y llana del pueblo. En ellos se encuentran resonancias bíblicas y mitológicas de sus antiguos estudios en conventos y universidades. El amor es cantado en todas sus formas de lamento y de burla, de pasión espiritual a lascivia gloriosa. Transgreden todos los órdenes y reglamentos que conforman la vida en sociedad, pero sus versos y cantos no fueron simples desafueros de bebedores empedernidos como se quiso hacer ver en su época y prueba de ello, están los versos del códice Carmina Burana, que fueron encontrados en la biblioteca de la abadía benedictina de Baviera en 1803. Constan de 25 canciones y un total de 300 poemas, escritos en latín culto, pero habilidosamente entendible, ridiculizando en ellos a toda la sociedad medieval.

Los poemas y cantos del Carmina Burana están compuestos por:

Carmina Eclesiástica: canciones sobre temas religiosos.
 Moralia et Satírica: representaciones religiosas.
 Amatória: paródias y obras sobre la bebida.
 Pótoria: canciones de amor.
Ludi: cantos morales y satíricos.
Supplemantum: versiones de las ante mencionadas con algunas variaciones.

Existen en España los cantos gordialescos del siglo XII en el Monasterio de Santa María de Ripoll y se llaman Carmina Rivipullensia que junto a los de la Universidad de Cambridge son los únicos que se conservan.

TRANVÍA

                                                               
Andrea Bocconi

Por fin. La desconocida subía siempre en aquella parada. "Amplia sonrisa, caderas anchas... una madre excelente para mis hijos", pensó. La saludó; ella respondió y retomó su lectura: culta, moderna.
Él se puso de mal humor: era muy conservador. ¿Por qué respondía a su saludo? Ni siquiera lo conocía.

Dudó. Ella bajó.

Se sintió divorciado: "¿Y los niños, con quién van a quedarse?"

FIN

Cortesía Ciudad Seva

sábado, 9 de octubre de 2010

JHONATAN SWIT                                                    

Escritor irlandés nacido en Dublín en el año de 1667. Durante su vida ejerció diversos oficios y profesiones, fue: secretario privado de Sir William Temple, pastor anglicano, político, deán de San Patricio, escritor;  pendenciero y satírico feroz, que le llevó a tener problemas con más de uno en su época. Su carácter queda marcado por la intolerancia y la doble moral que observa en la sociedad. Protesta, se rebela y alza la voz utilizando la ironía, como un estilete bien afilado y siempre dispuesto a defender  causas perdidas. Murió en Dublín en 1745 y por esas ironías del destino, fue en sus últimos años considerado un sabio y héroe popular, siendo enterrado con honores por sus conciudadanos en la catedral de San Patricio.

Del libro INSTRUCCIONES A LOS SIRVIENTES, unas perlas:

"Cuando hayas cometido una falta, muéstrate siempre insolente y descarado, y compórtate como si fueras la persona agraviada; eso minará de inmediato la moral de tu amo o señora."

"Los buenos bocados que puedas hurtar durante el día, guárdalos para darte un festín con los demás sirvientes por la noche, e incluye al mayordomo, siempre y cuando te proporcione la bebida."

"No acudas hasta que te hayan llamado tres o cuatro veces, pues sólo los perros acuden al primer silbido; y, cuando el amo exclame: ¿Quien anda ahí?, ningún sirviente está obligado a ir, porque nadie se llama ¿Quién anda ahí?"

"Aunque los cuchillos están permitidos en la sala de los sirvientes durante las comidas,
 debes guardarlos, y utilizar sólo los de tu amo."

"Si te mandan a comprar algo a una tienda con dinero en efectivo y resulta que en ese momento estás sin blanca (cosa harto frecuente), escóndete el dinero y apunta los artículos en la cuenta de tu amo. Así se benefician el honor  de tu amo y el tuyo, pues él gana crédito gracias a tus recomendaciones."

jueves, 30 de septiembre de 2010

QUERIDA MARILYN



Yo soy...                                                                   
¿Mis alas? Dos pétalos podridos
¿Mi razón?  Copitas de vino agrio
¿Mi vida? Vacío bien pensado
¿Mi cuerpo? Un tajo en la silla
¿Mi vaivén? En gong infantil
¿Mi rostro? Un cero disimulado
¿Mis ojos? ¡ Ah! Trozos de infinito

Alejandra Pizarnik

miércoles, 22 de septiembre de 2010

El Conejo y el León
[Fábula. Texto completo]
Augusto Monterroso

Un celebre Psicoanalista se encontró cierto día en medio de la Selva, semiperdido.
Con la fuerza que dan el instinto y el afán de investigación logró fácilmente subirse a un altísimo árbol, desde el cual pudo observar a su antojo no sólo la lenta puesta del sol sino además la vida y costumbres de algunos animales, que comparó una y otra vez con las de los humanos.

Al caer la tarde vio aparecer, por un lado, al Conejo; por otro, al León.

En un principio no sucedió nada digno de mencionarse, pero poco después ambos animales sintieron sus respectivas presencias y, cuando toparon el uno con el otro, cada cual reaccionó como lo había venido haciendo desde que el hombre era hombre.

El León estremeció la Selva con sus rugidos, sacudió la melena majestuosamente como era su costumbre y hendió el aire con sus garras enormes; por su parte, el Conejo respiró con mayor celeridad, vio un instante a los ojos del León, dio media vuelta y se alejó corriendo.

De regreso a la ciudad el celebre Psicoanalista publicó cum laude su famoso tratado en que demuestra que el León es el animal más infantil y cobarde de la Selva, y el Conejo el más valiente y maduro: el León ruge y hace gestos y amenaza al universo movido por el miedo; el Conejo advierte esto, conoce su propia fuerza, y se retira antes de perder la paciencia y acabar con aquel ser extravagante y fuera de sí, al que comprende y que después de todo no le ha hecho nada.

Cortesia Ciudad Seva
Las sombras del parque

            Todos los parques tienen su historia, historias que han pasado de padres a hijos hasta endurecerse y hacerse de piedra; vidas que han quedado estáticas, paralizadas en el tiempo. Palabras que se han enredado como tiña en los viejos árboles. Latidos del corazón suspendidos en las ramas. Suspiros que nunca llegaron a salir de la tímida boca de de un adolescente. Sombras que vagan buscando las luces. Juguetes perdidos. Risas descansando tranquilas y plácidamente a la hora de más calor.

Una buena mañana, una bandada de loros verdes y azules, de esos que ensordecen a su paso, quisieron  anidar en el parque, buscando su solución habitacional. Todo estaba copado, las ramas, los árboles, las sombras. No tuvieron más remedio que hacer una especie de cónclave en el cielo. Primero se pusieron  en círculo, en medio estaba la mayor, una lora verde y azul, de garras largas y plateadas y pico de oro, que en un ala llevaba toda la sabiduría acumulada de este mundo.

            Así pasaron días, semanas y no llegaban a un acuerdo, realmente no había un lugar ya creado para ellos; tendrían que hacer el suyo propio. Decidieron en vez de quedarse estáticos, seguir en sus vuelos de reconocimiento, pero esta vez irían en forma de V con la vieja lora a la cabeza, así estarían seguros, protegidos y bien guiados. Pensaron ir al océano inmenso y profundo, pero siempre teniendo a la vista las montañas, con sus verdes y ocres; sólo así estando en la encrucijada, entre los dos caminos, tendrían un lugar propio.

viernes, 17 de septiembre de 2010

ARQUETIPOS FEMENINOS

                                                                                            
           

Cuando se habla de feminidad, se habla de misterio, de fuerza, de principio y fin de todas las cosas; de vida y de muerte. Hay tres arquetipos que rigen estos conceptos. Arquetipo según el psiquiatra suizo Jung, son imágenes recurrentes que aparecían en las fantasías y sueños de sus pacientes, Jung los llamó  “arquetipos”. Analizando sus componentes “arque” antiguo y “tipos” típico, este término Jung lo utilizó, tanto para expresar la antigüedad, como la naturaleza  constante de ciertas imágenes. Estos arquetipos han estado  presentes, durante toda la historia evolutiva del hombre y es común a las distintas culturas, es decir, los mismos arquetipos con distintos nombres, aparecen en las diversas civilizaciones tanto orientales como occidentales, estando presentes en la India, China , países nórdicos y en los indios de la América –prehispánica.

Démeter, para los griegos, Venus –Afrodita para los romanos, el arquetipo de la Madre, como principio de todo, la que ayuda, da seguridad, la que siembra y da a luz a Kore, la diosa doncella y que al ser raptada esta, la busca por toda la tierra, y la llora; pero también reconoce que amarla no es  solo protegerla y cuidar de su bienestar. Amarla es también dejar que descubra y viva sus propios infiernos

Kore, la diosa doncella, primera edad de la mujer. Hija de Zeus y Démeter. Es raptada por Hades mientras juntaba flores con otras ninfas. Su madre Démeter la busca con desesperación paralizando toda la vida sobre la tierra hasta encontrarla.

Hécate, reina de la noche, también llamada Eleuthera, Leto, Selene, relegada en el transcurso de la civilización y  conocida universalmente por el nombre de la bruja. Está conectada con Poseidón dios de las tinieblas marinas.

Ésta diosa esta siempre presente en Démeter y en Kore, por eso se habla de dos edades en la mujer, por que Hécate esta en ambas. Es la diosa más contrastante, ayuda a la mujer a parir, pero también devora a sus hijos, tranquiliza a las mujeres encinta, pero sus aullidos las asustan.

Es una diosa lujuriosa y atractiva, pero matadora, es la parte siniestra de las mujeres encantadoras. Es también esa madre devoradora, matriarcal y severa; la venganza de lo femenino traicionado.

Según el autor Leo Frobenius, refiriéndose a la masculinidad en contra posición con la feminidad comenta: “Un hombre es  lo mismo desde el tiempo de  su circuncisión, hasta el tiempo de su sequedad. El hombre es el mismo después de  de su primer amor, a como era antes; la mujer es otra desde el día de su primer amor y así continua para toda la vida. El hombre pasa una noche con una mujer y se va  luego; su vida y su cuerpo siguen iguales. La mujer concibe. Como madre es otra persona distinta a la mujer sin hijos, ella carga el fruto de la noche en su cuerpo por nueve largos meses, algo crece dentro de su vida y nunca la abandona. Ahora es madre, es y será madre aunque el hijo muera, aunque todos sus hijos mueran, por que en un momento dado cargó el hijo bajo su corazón y no se irá de su corazón nunca más, ni siquiera cuando esté muerto.
De todo esto el hombre no sabe, el hombre no sabe nada; el hombre no conoce la diferencia antes del amor y después del amor, antes de la maternidad y después de la maternidad. El hombre no puede saber nada. Solamente una mujer puede saberlo y hablar de esto.(1)


 Pág. 54. Aproximación a la feminidad, Fernando Risquez. Monte Ávila Editores.

lunes, 13 de septiembre de 2010

COLORIN COLORADO O LOS CUENTOS CLÁSICOS

El Arbol del Amor de  Jorge Murillo Torrico





Colorín colorado este cuento se ha acabado, la mitad de las veces no oíamos estas palabras ya que estábamos dormidos, felices y seguros. Otras veces, esperábamos con los ojos abiertos de par en par el final de la historia para sumergirnos en la noche. El día había sido largo e intenso, como se percibe el tiempo a esas edades, así como las noches son cortas y acogedoras. Sus personajes atraviesan nuestra história con toda impunidad, ayudándonos a ordenar nuestras experiencias internas. Ya apuntaba Sigmund Freud: la fantasía es un medio que le permite al niño cumplir con un deseo frustrado, como si esta fuera una suerte de corrector de la realidad insatisfecha. De este mismo modo, la lectura de los cuentos, al influir en su mundo inconsciente, le permiten elaborar los conflictos internos y resolverlos en un plano consciente. Las leyendas populares llegan a nosotros por la tradición oral, aquella que hace que el hombre transmita, quizás por una necesidad biológica, lo que ha sido su enseñanza de vida, y que luego recogieron autores como Charles Perrault y los hermanos Grimm. Hablan de temas universales: el amor, la muerte, la lealtad, el honor. En los cuentos tradicionales los personajes son buenos-buenísimos o malos – malísimos, nunca ambas cosas a la vez como sucede en la realidad.

La idea de presentar caracteres totalmente opuestos y confrontarlos es para ayudar al niño a comprender las diferencias existentes entre ambos, para forjar una personalidad más equilibrada y así avanzar más seguramente hacia la madurez. El mensaje de estos es hacer entendible que, como animales racionales que somos, tenemos alternativas ante las dificultades: luchar, huir o mimetizarnos; pero sólo con el enfrentamiento se crece y se enriquece la personalidad. A los cuentos populares se les ha tachado de crueles, argumentando que la violencia es un hecho ajeno a la realidad del niño, impropio de su naturaleza. Por el contrario, hoy se considera que la violencia es intrínseca al comportamiento humano. Bruno Bettelheim, psicoanalista infantil que sufrió en carne propia los horrores del movimiento nazi, nos dice: “la lucha contra las serias dificultades de la vida es inevitable, es parte intrínseca de la existencia humana, pero si no se huye, si no que se enfrenta a las privaciones inesperadas y a menudo injustas, llega a dominar todos los obstáculos, alzándose por fin victorioso”.

 Así, a través de Blancanieves o Cenicienta nos fascinamos con los super-poderes de las arquetípicas brujas y hadas.

 Por Pulgarcito y el Patito Feo conocemos el gusto por la revancha del débil o poco agraciado físicamente.

 Del servilismo y la estupidez humana nos habla el Traje del Emperador con toda claridad.

 Por medio de un par de niños inocentes, Hansel y Gretel, apreciamos el placer de los sentidos y de nuestra temprana adicción al chocolate.

 Las mil y una noche, una de las historias más populares de todos los tiempos, deja bien sentado que la astucia femenina no tiene límites, sobre todo si está acompañada del poder y el convencimiento de la palabra.

 Con la Bella y la Bestia, cuento anónimo de la cultura europea, entendemos aquella máxima de Pascal que dice: el corazón tiene razones que no conoce la razón.”

Unos y otros nos han encantado y seducido cada noche, y como el rey al que contaba cuentos Scheherezade, hemos pedido más siempre insatisfechos, sabiendo que siempre habrá un “Había una vez”.

sábado, 11 de septiembre de 2010

CONTROL REMOTO.

En todas las familias existen guerras no declaradas, de guerrillas. Son silenciosas, excavan trincheras en nuestro cotidiano y por ahi, se deslizan conquistando terrenos y batallas. Se lucha generalmente por ganar espacios, imponer ideas, hacer nuestra sacrosanta voluntad y, por el dominio del control remoto. Artilugio en apariencia inocente, inalámbrico, inocuo. Preside espacios, ocupa lugares recónditos del sofá,desapareciendo y apareciendo en sitios insospechados.Instrumento deseable que invita a su posesión, a su control. Cabe en todas las manos, son manejables, ergonómicos, simbólicos. En las masculinas es arrogante e impositivo, en las femeninas, sugerente y sibilino; en las infantiles, directo e impulsivo. Como desata luchas, tambien preside consensos y armisticios. Símbolo de paz y de guerra. Aparato emblemático en nuestros hogares. A él le debemos gran parte de nuestro sedentarismo, de esa inercia que nos atornilla al sillón. Nos vuelve autómatas vagando por canales, por emisoras sin rumbo, pendientes de encontrar lo que no se nos ha perdido. Cuando se queda sin pilas, o se queda pegado, pareciera hacernos una demostración de fuerza, de como un aparato tan pequeño puede descolocarnos la vida por completo, alterando la convivencia familiar. A veces pienso que tiene vida propia, que de alguna manera tiene conciencia de su poder, de su influencia. Pero al final somos nosotras, las mujeres, las que con manos suaves y firmes, en una rapida escaramuza, muy propia de nuestra naturaleza, de nuestro savoir faire, controlamos al control.

jueves, 9 de septiembre de 2010

“ HERMANO”, EL JUEGO COMO METÁFORA Y ALTERNATIVA DE VIDA

IMAGEN OBTENIDA DE http://www.x-taringa.com/





Ayer vimos la película Hermano, ópera prima del joven cineasta venezolano Marcel Rasquin. Me llamó la atención la madurez con que analiza el tema de la violencia en los barrios marginales de Caracas, al mismo tiempo que consigue darle un aire nuevo, que no cae en la exaltación del dramatismo como reclamo publicitario.

Es impecable el realismo de los personajes y las actuaciones de los protagonistas, uno de ellos totalmente ajeno al mundo del cine y de la actuación.

El tema, dos hermanos de crianza, habitantes de un barrio marginal del este de Caracas se ven enfrentados entre ellos y ante su entorno social, a raíz del asesinato de la made de ambos.

Dos puntos de vista, dos seres humanos totalmente distintos, que tratan de encajar su realidad a través del proceso de maduración forzado por la tragedia y el absurdo.

La violencia como cotidianeidad, la violencia que invade todos los espacios de estas vidas, es el hilo conductor de la historia.

Habla de los hombres jóvenes, que habitan estos barrios, a veces niños aún, que luchan por la jerarquía del lugar. Se saben con fecha de vencimiento, cuando mucho llegaran a los 30, porque la vida para ellos es una sucesión de hechos irremediables que los acercan vertiginosamente hacia la muerte. Son jóvenes que apenas sueñan, ya que pareciera estar vedado para los de su clase, porque la realidad tangible lo invade todo.

La niñez se asume como una etapa de aprendizaje de la sobrevivencia ante la voracidad del medio.

La redención  para ellos, será el juego del futbol, creador y aglutinante de sueños y alternativas posibles. El juego los reúne y convoca como hace el fuego y las historias. Se fortifican con el aliento y la camaradería del otro, del compañero necesario para cuadrar bien la jugada y llegar a la meta-portería

El amor materno, dador de sentido y vida, eje central en el que se sustentan las historias humanas, aparece como el motor que genera cambios que conducen indistintamente hacia las polaridades amor-odio, vida-muerte; el bien y el mal.

La figura del padre, casi siempre inexistente, es sustituida por la del entrenador, maestro y guía en el aprendizaje de la vida, el que marcará las pautas y las reglas por las que tendrán que conducirse durante el juego.

La película Hermano, es una historia bien contada, de bajo presupuesto, sin alardes tecnológicos que nos revindica con el placer del buen cine y la obra de arte que se sustenta en el buen texto del guión, y el bien hacer del director.

lunes, 6 de septiembre de 2010

FRAGMENTO DE JUAN DE MAIRENA. ANTONIO MACHADO

"Nunca os aconsejaré el escepticismo cansino y melancólico de quienes piensan estar de vuelta de todo. Es la posición más falsa y más ingenuamente dogmática que puede adoptarse. Ya es mucho que vayamos a alguna parte. Estar de vuelta ¡ni soñarlo!."..

El arte de la prosa ensayística, Colección Umbrales.Fundación Metrópolis

Obra de Tamara de Lempicka.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Augusto Monterroso, Guatemala 1921-2003

LA RANA QUE QUERÍA SER UNA RANA AUTÉNTICA


Había una vez una rana que quería ser una Rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello. Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl. Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una Rana auténtica. Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían. Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una Rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que parecía pollo.
Cortesía Ciudad Seva

Clarice Lispector,escritora brasileña 1920- 1977. FELICIDAD CLANDESTINA



Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio amarillento. Tenía un busto enorme, mientras que todas nosotras todavía eramos chatas. Como si no fuese suficiente, por encima del pecho se llenaba de caramelos los dos bolsillos de la blusa. Pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historietas le habría gustado tener: un padre dueño de una librería. No lo aprovechaba mucho. Y nosotras todavía menos: incluso para los cumpleaños, en vez de un librito barato por lo menos, nos entregaba una postal de la tienda del padre. Encima siempre era un paisaje de Recife, la ciudad donde vivíamos, con sus puentes más que vistos. Detrás escribía con letra elaboradísima palabras como "fecha natalicio" y "recuerdos". Pero qué talento tenía para la crueldad. Mientras haciendo barullo chupaba caramelos, toda ella era pura venganza. Cómo nos debía odiar esa niña a nosotras, que éramos imperdonablemente monas, altas, de cabello libre. Conmigo ejerció su sadismo con una serena ferocidad. En mi ansiedad por leer, yo no me daba cuenta de las humillaciones que me imponía: seguía pidiéndole prestados los libros que a ella no le interesaban. Hasta que le llegó el día magno de empezar a infligirme una tortura china. Como al pasar, me informó que tenía El reinado de Naricita, de Monteiro Lobato. Era un libro gordo, válgame Dios, era un libro para quedarse a vivir con él, para comer, para dormir con él. Y totalmente por encima de mis posibilidades. Me dijo que si al día siguiente pasaba por la casa de ella me lo prestaría. Hasta el día siguiente, de alegría, yo estuve transformada en la misma esperanza: no vivía, flotaba lentamente en un mar suave, las olas me transportaban de un lado a otro. Literalmente corriendo, al día siguiente fui a su casa. No vivía en un apartamento, como yo, sino en una casa. No me hizo pasar. Con la mirada fija en la mía, me dijo que le había prestado el libro a otra niña y que volviera a buscarlo al día siguiente. Boquiabierta, yo me fui despacio, pero al poco rato la esperanza había vuelto a apoderarse de mí por completo y ya caminaba por la calle a saltos, que era mi manera extraña de caminar por las calles de Recife. Esa vez no me caí: me guiaba la promesa del libro, llegaría el día siguiente, los siguientes serían después mi vida entera, me esperaba el amor por el mundo, y no me caí una sola vez. Pero las cosas no fueron tan sencillas. El plan secreto de la hija del dueño de la librería era sereno y diábolico. Al día siguiente allí estaba yo en la puerta de su casa, con una sonrisa y el corazón palpitante. Todo para oír la tranquila respuesta: que el libro no se hallaba aún en su poder, que volviese al día siguiente. Poco me imaginaba yo que más tarde, en el curso de la vida, el drama del "día siguiente" iba a repetirse para mi corazón palpitante otras veces como aquélla. Y así seguimos. ¿Cuánto tiempo? Yo iba a su casa todos los días, sin faltar ni uno. A veces ella decía: Pues el libro estuvo conmigo ayer por la tarde, pero como tú no has venido hasta esta mañana se lo presté a otra niña. Y yo, que era propensa a las ojeras, sentía cómo las ojeras se ahondaban bajo mis ojos sorprendidos. Hasta que un día, cuando yo estaba en la puerta de la casa de ella oyendo silenciosa, humildemente, su negativa, apareció la madre. Debía de extrañarle la presencia muda y cotidiana de esa niña en la puerta de su casa. Nos pidió explicaciones a las dos. Hubo una confusión silenciosa, entrecortado de palabras poco aclaratorias. A la señora le resultaba cada vez más extraño el hecho de no entender. Hasta que, madre buena, entendió a fin. Se volvió hacia la hija y con enorme sorpresa exclamó: ¡Pero si ese libro no ha salido nunca de casa y tú ni siquiera querías leerlo! Y lo peor para la mujer no era el descubrimiento de lo que pasaba. Debía de ser el horrorizado descubrimiento de la hija que tenía. Nos espiaba en silencio: la potencia de perversidad de su hija desconocida, la niña rubia de pie ante la puerta, exhausta, al viento de las calles de Recife. Fue entonces cuando, recobrándose al fin, firme y serena le ordenó a su hija: Vas a prestar ahora mismo ese libro. Y a mí: Y tú te quedas con el libro todo el tiempo que quieras. ¿Entendido? Eso era más valioso que si me hubiesen regalado el libro: "el tiempo que quieras" es todo lo que una persona, grande o pequeña, puede tener la osadía de querer. ¿Cómo contar lo que siguió? Yo estaba atontada y fue así como recibí el libro en la mano. Creo que no dije nada. Cogí el libro. No, no partí saltando como siempre. Me fui caminando muy despacio. Sé que sostenía el grueso libro con las dos manos, apretándolo contra el pecho. Poco importa también cuánto tardé en llegar a casa. Tenía el pecho caliente, el corazón pensativo. Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo abrí, leí unas líneas maravillosas, volví a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más aún yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mí la felicidad siempre habría de ser clandestina. Era como si yo lo presintiera. ¡Cuánto me demoré! Vivía en el aire... había en mí orgullo y pudor. Yo era una reina delicada. A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un éxtasis purísimo. No era más una niña con un libro: era una mujer con su amante. Felicidad clandestina [Cuento. Texto completo] Clarice Lispector Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio amarillento. Tenía un busto enorme, mientras que todas nosotras todavía eramos chatas. Como si no fuese suficiente, por encima del pecho se llenaba de caramelos los dos bolsillos de la blusa. Pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historietas le habría gustado tener: un padre dueño de una librería. No lo aprovechaba mucho. Y nosotras todavía menos: incluso para los cumpleaños, en vez de un librito barato por lo menos, nos entregaba una postal de la tienda del padre. Encima siempre era un paisaje de Recife, la ciudad donde vivíamos, con sus puentes más que vistos. Detrás escribía con letra elaboradísima palabras como "fecha natalicio" y "recuerdos". Pero qué talento tenía para la crueldad. Mientras haciendo barullo chupaba caramelos, toda ella era pura venganza. Cómo nos debía odiar esa niña a nosotras, que éramos imperdonablemente monas, altas, de cabello libre. Conmigo ejerció su sadismo con una serena ferocidad. En mi ansiedad por leer, yo no me daba cuenta de las humillaciones que me imponía: seguía pidiéndole prestados los libros que a ella no le interesaban. Hasta que le llegó el día magno de empezar a infligirme una tortura china. Como al pasar, me informó que tenía El reinado de Naricita, de Monteiro Lobato. Era un libro gordo, válgame Dios, era un libro para quedarse a vivir con él, para comer, para dormir con él. Y totalmente por encima de mis posibilidades. Me dijo que si al día siguiente pasaba por la casa de ella me lo prestaría. Hasta el día siguiente, de alegría, yo estuve transformada en la misma esperanza: no vivía, flotaba lentamente en un mar suave, las olas me transportaban de un lado a otro. Literalmente corriendo, al día siguiente fui a su casa. No vivía en un apartamento, como yo, sino en una casa. No me hizo pasar. Con la mirada fija en la mía, me dijo que le había prestado el libro a otra niña y que volviera a buscarlo al día siguiente. Boquiabierta, yo me fui despacio, pero al poco rato la esperanza había vuelto a apoderarse de mí por completo y ya caminaba por la calle a saltos, que era mi manera extraña de caminar por las calles de Recife. Esa vez no me caí: me guiaba la promesa del libro, llegaría el día siguiente, los siguientes serían después mi vida entera, me esperaba el amor por el mundo, y no me caí una sola vez. Pero las cosas no fueron tan sencillas. El plan secreto de la hija del dueño de la librería era sereno y diábolico. Al día siguiente allí estaba yo en la puerta de su casa, con una sonrisa y el corazón palpitante. Todo para oír la tranquila respuesta: que el libro no se hallaba aún en su poder, que volviese al día siguiente. Poco me imaginaba yo que más tarde, en el curso de la vida, el drama del "día siguiente" iba a repetirse para mi corazón palpitante otras veces como aquélla. Y así seguimos. ¿Cuánto tiempo? Yo iba a su casa todos los días, sin faltar ni uno. A veces ella decía: Pues el libro estuvo conmigo ayer por la tarde, pero como tú no has venido hasta esta mañana se lo presté a otra niña. Y yo, que era propensa a las ojeras, sentía cómo las ojeras se ahondaban bajo mis ojos sorprendidos. Hasta que un día, cuando yo estaba en la puerta de la casa de ella oyendo silenciosa, humildemente, su negativa, apareció la madre. Debía de extrañarle la presencia muda y cotidiana de esa niña en la puerta de su casa. Nos pidió explicaciones a las dos. Hubo una confusión silenciosa, entrecortado de palabras poco aclaratorias. A la señora le resultaba cada vez más extraño el hecho de no entender. Hasta que, madre buena, entendió a fin. Se volvió hacia la hija y con enorme sorpresa exclamó: ¡Pero si ese libro no ha salido nunca de casa y tú ni siquiera querías leerlo! Y lo peor para la mujer no era el descubrimiento de lo que pasaba. Debía de ser el horrorizado descubrimiento de la hija que tenía. Nos espiaba en silencio: la potencia de perversidad de su hija desconocida, la niña rubia de pie ante la puerta, exhausta, al viento de las calles de Recife. Fue entonces cuando, recobrándose al fin, firme y serena le ordenó a su hija: Vas a prestar ahora mismo ese libro. Y a mí: Y tú te quedas con el libro todo el tiempo que quieras. ¿Entendido? Eso era más valioso que si me hubiesen regalado el libro: "el tiempo que quieras" es todo lo que una persona, grande o pequeña, puede tener la osadía de querer. ¿Cómo contar lo que siguió? Yo estaba atontada y fue así como recibí el libro en la mano. Creo que no dije nada. Cogí el libro. No, no partí saltando como siempre. Me fui caminando muy despacio. Sé que sostenía el grueso libro con las dos manos, apretándolo contra el pecho. Poco importa también cuánto tardé en llegar a casa. Tenía el pecho caliente, el corazón pensativo. Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo abrí, leí unas líneas maravillosas, volví a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más aún yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mí la felicidad siempre habría de ser clandestina. Era como si yo lo presintiera. ¡Cuánto me demoré! Vivía en el aire... había en mí orgullo y pudor. Yo era una reina delicada. A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un éxtasis purísimo. No era más una niña con un libro: era una mujer con su amante. Felicidad clandestina [Cuento. Texto completo] Clarice Lispector Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio amarillento. Tenía un busto enorme, mientras que todas nosotras todavía eramos chatas. Como si no fuese suficiente, por encima del pecho se llenaba de caramelos los dos bolsillos de la blusa. Pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historietas le habría gustado tener: un padre dueño de una librería. No lo aprovechaba mucho. Y nosotras todavía menos: incluso para los cumpleaños, en vez de un librito barato por lo menos, nos entregaba una postal de la tienda del padre. Encima siempre era un paisaje de Recife, la ciudad donde vivíamos, con sus puentes más que vistos. Detrás escribía con letra elaboradísima palabras como "fecha natalicio" y "recuerdos". Pero qué talento tenía para la crueldad. Mientras haciendo barullo chupaba caramelos, toda ella era pura venganza. Cómo nos debía odiar esa niña a nosotras, que éramos imperdonablemente monas, altas, de cabello libre. Conmigo ejerció su sadismo con una serena ferocidad. En mi ansiedad por leer, yo no me daba cuenta de las humillaciones que me imponía: seguía pidiéndole prestados los libros que a ella no le interesaban. Hasta que le llegó el día magno de empezar a infligirme una tortura china. Como al pasar, me informó que tenía El reinado de Naricita, de Monteiro Lobato. Era un libro gordo, válgame Dios, era un libro para quedarse a vivir con él, para comer, para dormir con él. Y totalmente por encima de mis posibilidades. Me dijo que si al día siguiente pasaba por la casa de ella me lo prestaría. Hasta el día siguiente, de alegría, yo estuve transformada en la misma esperanza: no vivía, flotaba lentamente en un mar suave, las olas me transportaban de un lado a otro. Literalmente corriendo, al día siguiente fui a su casa. No vivía en un apartamento, como yo, sino en una casa. No me hizo pasar. Con la mirada fija en la mía, me dijo que le había prestado el libro a otra niña y que volviera a buscarlo al día siguiente. Boquiabierta, yo me fui despacio, pero al poco rato la esperanza había vuelto a apoderarse de mí por completo y ya caminaba por la calle a saltos, que era mi manera extraña de caminar por las calles de Recife. Esa vez no me caí: me guiaba la promesa del libro, llegaría el día siguiente, los siguientes serían después mi vida entera, me esperaba el amor por el mundo, y no me caí una sola vez. Pero las cosas no fueron tan sencillas. El plan secreto de la hija del dueño de la librería era sereno y diábolico. Al día siguiente allí estaba yo en la puerta de su casa, con una sonrisa y el corazón palpitante. Todo para oír la tranquila respuesta: que el libro no se hallaba aún en su poder, que volviese al día siguiente. Poco me imaginaba yo que más tarde, en el curso de la vida, el drama del "día siguiente" iba a repetirse para mi corazón palpitante otras veces como aquélla. Y así seguimos. ¿Cuánto tiempo? Yo iba a su casa todos los días, sin faltar ni uno. A veces ella decía: Pues el libro estuvo conmigo ayer por la tarde, pero como tú no has venido hasta esta mañana se lo presté a otra niña. Y yo, que era propensa a las ojeras, sentía cómo las ojeras se ahondaban bajo mis ojos sorprendidos. Hasta que un día, cuando yo estaba en la puerta de la casa de ella oyendo silenciosa, humildemente, su negativa, apareció la madre. Debía de extrañarle la presencia muda y cotidiana de esa niña en la puerta de su casa. Nos pidió explicaciones a las dos. Hubo una confusión silenciosa, entrecortado de palabras poco aclaratorias. A la señora le resultaba cada vez más extraño el hecho de no entender. Hasta que, madre buena, entendió a fin. Se volvió hacia la hija y con enorme sorpresa exclamó: ¡Pero si ese libro no ha salido nunca de casa y tú ni siquiera querías leerlo! Y lo peor para la mujer no era el descubrimiento de lo que pasaba. Debía de ser el horrorizado descubrimiento de la hija que tenía. Nos espiaba en silencio: la potencia de perversidad de su hija desconocida, la niña rubia de pie ante la puerta, exhausta, al viento de las calles de Recife. Fue entonces cuando, recobrándose al fin, firme y serena le ordenó a su hija: Vas a prestar ahora mismo ese libro. Y a mí: Y tú te quedas con el libro todo el tiempo que quieras. ¿Entendido? Eso era más valioso que si me hubiesen regalado el libro: "el tiempo que quieras" es todo lo que una persona, grande o pequeña, puede tener la osadía de querer. ¿Cómo contar lo que siguió? Yo estaba atontada y fue así como recibí el libro en la mano. Creo que no dije nada. Cogí el libro. No, no partí saltando como siempre. Me fui caminando muy despacio. Sé que sostenía el grueso libro con las dos manos, apretándolo contra el pecho. Poco importa también cuánto tardé en llegar a casa. Tenía el pecho caliente, el corazón pensativo. Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo abrí, leí unas líneas maravillosas, volví a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más aún yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mí la felicidad siempre habría de ser clandestina. Era como si yo lo presintiera. ¡Cuánto me demoré! Vivía en el aire... había en mí orgullo y pudor. Yo era una reina delicada. A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un éxtasis purísimo. No era más una niña con un libro: era una mujer con su amante. Cortesía Ciudad Seva
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