martes, 26 de abril de 2011

LA LLAMA DOBLE DE OCTAVIO PAZ




Cuando Octavio Paz concluyó de escribir La llama doble en 1993 tenía 80 años. Eran tiempos de reflexión y premura de verter al papel, lo que había significado su experiencia de vida y su pensamiento, sobre las interrogantes que le acompañaron: la otredad  y el comprender la esencia del ser mexicano, la figura de Sor Juana como cruce de caminos y tiempos históricos, y como un final de acto, su concepto sobre el amor y la muerte; de cómo él los vivió e interpretó. En realidad, había comenzado a tomar notas desde 1963, sólo que para ese entonces, eran otras las urgencias a las que tenía que atender y otros, los compromisos que le ocupaban.

En La llama doble, atiende sin más dilación, las pulsiones y las dualidades a las que se vio sometido como cualquier ser humano, sólo que a esa edad, el tiempo apremia, y el mareo se convierte en vértigo.
La prosa poética con la que expresa las ideas, es en sí misma, el reflejo de la dualidad de la que habla. Porque no se puede hablar mejor de amor y erotismo, que en poesía, y no se pueden expresar conceptos precisos, sin la prosa.

Líneas curvas que forman la redondez del verso, rotas por la linealidad de la reflexión. Una y otra se complementan, en un encuentro amoroso en la blancura del papel.
                                                             


En el primer capítulo, Los reinos de Pan, que por cierto, en una de sus genealogías era un dios feo, enamoradizo y musical, hace un introito, donde acompaña con suaves pasos al lector por laberintos boscosos, hacia el encuentro de su propio concepto sobre el amor, el erotismo y la sexualidad.

Para Octavio Paz, la sexualidad es un instinto básico, cuyo fin biológico es la reproducción, la base de una pirámide fuertemente enraizada en lo primigenio de nuestra raza. El erotismo, estado intermedio entre la sexualidad y el amor, exclusivamente humano, es cambiante con los tiempos y  las culturas. Paz lo define: “el erotismo es ante todo sed de otredad”. En cuanto al amor, según lo veía Platón, era una especie de locura, enajenación de los sentidos que arrebatados, buscan la plenitud de ser, mitigando la soledad ontológica con la que nacemos.

La imaginación, es otra de las palabras en que se apoya el texto de Paz. Como el erotismo, es creación humana, capaz de dar vida a lo inexistente, luz a las oscuridades, y que al invocarla, se hace presencia, toma cuerpo, para luego ensartar en ella, las fantasías y anhelos olvidados.
La poesía y la imagen, son el idioma en que nos hablan los sueños y los poetas. Unas y otras en Octavio Paz se vuelven palabras de conocimiento y sensualidad plena, con las que quizás él, aspiraba encontrar la salida a su laberinto de la soledad.

lunes, 18 de abril de 2011

HILOS CONDUCTORES

Pintura de José Ruiz Blanco


Hay hechos, aptitudes, a veces geografías, que formaron parte de nuestra historia en esos primeros años, en que según los profesionales, se almacena la información y se forma gran parte de nuestro carácter, nuestra vida interior; nuestra impronta.

Hechos, como muescas indelebles que nos diferencian de los otros; hilos conductores que recorren toda nuestra biografía personal.
Pertenecen al pasado, a un tiempo inasible, olvidado ya, pero que han permanecido en nuestro interior gestando el presente.
Con el paso del tiempo, se va reflejando en las palabras y los temas, en los colores y las formas; en cualquier material que haya servido para nuestra expresión y voluntad creadora.

Porque es desde la carencia que buscamos lo perdido, lo anhelado para su compensación o su olvido

Son sensaciones, imágenes, temas recurrentes que vuelven a nosotros una y otra vez, porque escribimos desde lo que somos y sentimos, desde el limo con el que nos dieron forma.

Otras veces los recuerdos se activan en la memoria por sensaciones olfativas o del gusto, como en el famoso caso de las magdalenas que menciona Marcel Proust en su libro En busca del tiempo perdido.
Un sabor puede llevarnos hacer un viaje en el tiempo, a recordar un episodio del pasado y volver a experimentar las mismas sensaciones que se produjeron originalmente.

Antonio Machado escribió una vez, sobre la luz enceguecedora de un patio de Sevilla, la que prendió en su recuerdo y con el paso del tiempo, vertebra su historia, haciéndose palabra y poesía.

El agua está en nuestra memoria en forma ríos, mares, pozos, lagunas; en forma de malecones alguna vez paseados. No hay infancia sin agua, sin el disfrute de la escapada, sin la exploración de lo novedoso; sin que sus aguas nos hayan trasportado a otros mundos, donde todo esta dentro del reino de lo posible.

Los deltas del Orinoco, esas infinitas venas que alimentan tierras, son para Humberto Mata el principio y cauce de muchas de sus narraciones.En sus cuentos del agua, la hace protagonista por medio de identidades que no fluyen con su movimiento natural, por represas propias o ajenas que todos hemos sentido en algún momento.Otras veces, la fluidez del agua es la que avasalla al personaje, hasta llevarlo a situaciones nunca antes imaginadas, contra las que toda lucha pareciera inútil y perdida de antemano, donde la metáfora de Heráclito se vuelve cuerpo y razón en ese fluir que invita a sumergirse mientras el agua sea.

sábado, 2 de abril de 2011

BAJO LA PIEL

 
                                                     Collage Botero

Piel era lo que le sobraba por todas partes. Colgaba mustia, sin destino ni fin. Había rebajado demasiado en poco tiempo, el medicó le advirtió que tendría que someterse a una operación para estirar y cortar luego los sobrantes y de paso, haría un refrescamiento en la cara, algo de botox en la frente y en la comisura de los labios. Había pasado gran parte de su vida con el ceño fruncido y las sonrisas habían estado escasas, ahora se daba cuenta. Pero nada de rinoplastia, había visto en el cable al doctor W mercader de la belleza, los martillazos con los que rompía el tabique nasal para acomodarlo y le había producido nauseas. No le importaba que Mariela de Moratinos y María Corina de Castañeda le hubieran aconsejado una remoción mas amplia, como ellas habían hecho, quería seguirse reconociendo en el espejo, no quería asomarse a ese pozo sin fondo y perder lo que los otros reconocían en ella.

Tenia un piel blanca salpicada de pecas, algunas venas estalladas como cohetes en las piernas, pero en general estaba siempre rosada, abierta, como esperando la caricia ajena. Siempre había sido gordita, mofletuda de niña, redonda de adolescente y en la juventud ya había perdido las formas que identifican la figura femenina. Su relación con la comida había sido difícil, como la del amante infiel, al que se le busca y se perdona una y otra vez porque, se necesita de su abrazo pasajero. En varias oportunidades llegó a la bulimia, en esos momentos regurgitaba sus excesos y sus culpas, para luego quedar en un limbo de emociones.

Adoraba los dulces cremosos, petites chous redondos y rellenos de crema pastelera, nata o chocolate, su textura cremosa se deshacía en la boca y explotaba en un espectro de sensaciones gratas y placenteras, que le hacían retomar los días en que la conciencia es volátil y no pesa, cuando apretaba la mano de su madre para cruzar una calle, o en los pasillos del metro repletos de gente que se atropellaba por llegar a algún lugar.
Ellas no, porque sentía que no habría nada que le hiciera alterar su tiempo, sólo ellas, bien agarradas, juntas, pegadas, respirando el olor la una de la otra hasta confundirse en un solo olor, en un solo paso, para al final de la jornada, terminar retozando en la chocolatería Valverde mojando los churros brillantes en lo más espeso del chocolate. Y de allí a la casa con el corazón agradecido.



Fue en una mañana del mes de mayo a la salida del colegio que su padre la esperaba con la cara mas inexpresiva del mundo, cuando supo que su madre se había ido a Australia siguiendo los pasos de un músico medio loco y enamoradizo. Nunca llegó una carta y nunca mas se habló de ella, pero por mucho tiempo sintió como los vecinos bajaban la voz a su paso. A todo se acostumbró. Vivir, como que era eso: un no entender y un aceptar. De pequeña había sentido un letargo general, igual que cuando le arrancaron las amígdalas y después la atiborraron de helado para la cicatrización, y mas tarde le subía por la garganta un sabor agridulce que la acompañaba durante el resto del día.

La adolescencia se presentó de golpe, sin avisar Su piel se estiró para cubrir las abundantes carnes, en algunos lugares aparecieron estrías, rompimientos de la piel. La cara se le convirtió en una superficie extraña, llena de puntos negros y minúsculos volcanes siempre a punto de estallar. Por dentro era la misma cosa, lo mismo lloraba que cantaba, pasaba de una emoción a la otra, sintiendo que la vida la gobernaba implacable y sin apelación.

En el colegio de las Reverendas Madres de la Luz, apenas fue un número bordado en su ropa y rotulado en los libros. Terminó el bachillerato con más pena que gloria. Luego vinieron los novios, el amor aceptado como un deber, una obligación asumida por todas las generaciones de mujeres que la habían precedido y, en el peor de los casos una trampa, elegida por los otros como su destino. Alguna vez se preguntaba que habría pasado con su vida si solo hubiera querido ser una cabra loca, sin reconocer mas autoridad que la de la fuerza de la naturaleza y mas amor que el que brota espontáneo y pasajero y que apenas dura el latido de una flor cortada. Este pensamiento le hacia sentir un mordisco en el estómago, y le agudizaban los calorones que hacia solo unos meses le incendiaban la piel y le agitaban el corazón.




Retomó la lectura de su novela-histórica tan de moda en estos días y que le había recomendado su cuñada Carmen Elena. Era mejor imbuirse en las letras del betseller, en conversaciones domésticas,  faranduleras o familiares, cualquier cosa antes de ponerse a pensar, a remover recuerdos y sueños que a nada bueno conducían. Se sentó derecha y cruzó las piernas. La tarde fue cayendo con la mansedumbre de todas sus tardes, prendió todas las luces de la sala y se dirigió con pasos autómatas a la cocina. Sólo tendría que recalentar la sopa que Mercedes le había dejado hecha el martes pasado, era una de las pequeñas licencias que se daba en los días en que el peso de la nada se le venia encima.

El sonido del teléfono desconectó de ella el piloto automático con el que andaba. Era Corina de Alonso para avisarla que la reunión en la Asociación de damas para un futuro mejor seria a las 4 pm. Nunca supo exactamente para quien era el futuro mejor, que mas daba, lo importante era su aporte, el sentir la conciencia ligera; el amor y el respeto que la rodeaba.




Tomas le había dicho en la mañana que vendría tarde a cenar, y no entró en mas detalles. El no explicaba y ella no preguntaba. Sabia que después de la oficina en un ritual casi sagrado, terminaba la tarde con dos de sus compañeros en el Imagine, el lugar de tragos y música que quedaba a dos cuadras de la oficina. Cuantas veces hubiera querido presentarse allí, arreglada, con las carnes apretadas, pelirrubia y olorosa. Pero era la esposa de Tomás, conocía a sus compañeros y contaba con sus simpatía, siempre con la palabra amable prendida en los labios; bien vestida con el tailleur holgado, el largo de la falda a media pierna y los zapatos, de 4cm de tacón , ni uno mas ni uno menos.

Preparó el baño a una temperatura de 38 grados y se dejó cubrir por sus aguas. Acarició su piel suavizada por el jabón, era uno de los momentos del día que mas disfrutaba, ese dejarse hacer por el agua, penetrando todos los rincones y esquinas, sin dolor, sin reminiscencias de remordimiento, envuelta por un abrazo invisible. Cerró los ojos al agua, a la noche que avanzaba callada, espero a que su piel se arrugara en surcos diminutos y solo entonces sumergió la cabeza abriendo la boca como un gran pez.
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