lunes, 30 de abril de 2012

LA HISTORIA DE QUIRÓN



Las historias, los mitos y las leyendas que conforman la mitología griega nos hablan del alma humana, de sus temores, anhelos, de sus luchas y pasiones; de todas las emociones que nos son propias y que circulan por nuestro sistema. De ahí su importancia y el interés para la psicología. La historia de Quirón el centauro herido, nos muestra la vulnerabilidad humana. El sanador herido y su relación con la sabiduría, la enseñanza de las artes de la medicina y la psicología particularmente. De que a pesar de ser dioses, venerados y habitantes del Olimpo, tienen sufrimientos que no pueden controlar o curar, por eso son tan cercanos a nosotros, a los seres comunes que poblamos la tierra, a la que un día llegamos, sin muchas explicaciones. 



 Cuenta la historia que el dios Cronos se enamoró perdidamente de Filira ( hija de Océano y de Tetis) ante su acoso obsesivo, la ninfa pidió a Zeus que la convirtiera en yegua para así, disuadir las intenciones de Cronos, pero este, percatado de la acción de Filira se convierte en caballo para poseerla. De esta unión nació Quirón, mitad hombre, mitad caballo. Filira al ver el fruto de su vientre, después de un tortuoso parto, le pide a Zeus, que la convierta en tilo, para así no tener que amamantar a semejante criatura y lo abandona. A la sombra de este árbol y protegido por su padre adoptivo Apolo, crece Quirón bondadoso y sabio, interesado en la poesía, la escritura, y sobre todo, en las ciencias curativas; la medicina y sus remedios, proporcionando alivio al débil y fuerza espiritual, al que se acerca a la muerte. Muchos, se convierten en discípulos y amigos, Aquiles, Eneas, Esculapio oyeron sus consejos y se dejaron guiar por su ejemplo. Pero también un día, Quirón, es herido por una flecha envenenada, que sin querer ha disparado Hércules, ensombrecido por los vapores etílicos que le ofrece Dionisio. El centauro, queda lastimado en una de sus patas, en la parte animal de su cuerpo biforme. A este herida, Quirón, sumara el dolor de haber sido abandonado por su madre, y ante este sufrimiento, que suma y prosigue se abre a los demás, en la búsqueda del alivio necesario para sus males. El conoce de sufrimientos, de heridas y este hecho, le acerca al sufrimiento de los otros, otorgándole la sabiduría que proporciona el conocimiento y la aceptación de los propios pesares. Pasará a ser el curador herido, el que tiene la capacidad para sanar los sufrimientos de los otros, aunque no pueda sanar los suyos. La raíz de la palabra quirófano viene de Quirón, el que procura el bien del otro, el que tiene la capacidad de curar con las manos, el dolor ajeno. 



 El psiquiatra Carl G Jung, conceptualiza este mito en el arquetipo del sanador herido, en él, nos dice que todo curador es también un paciente. Jung recogió en sus estudios y años de investigación, las teorías filosóficas chinas del Yan y el Yin,  dando cuenta de la polaridad que nos habita y conforma nuestra psique.  El lado luminoso y el lado oscuro, que se atrincheran en su posición y luchan por ganar espacio y prevalecer el uno sobre el otro, y que solo, en el dialogo, y la integración de ambos, se podrá aspirar a un estado de paz y sosiego con nosotros mismos.

lunes, 9 de abril de 2012

SEQUÍAS DE PAPEL





Escribir no es fácil, representa un ejercicio de autoconocimiento de las emociones del alma, de sus manifestaciones; de la expresión que se vierte en el papel en blanco, para dar paso a la creación artística. Ese pulso con nosotros mismos, con la memoria, se vuelve una tarea compleja en la que se expone la piel y también se disfruta intensamente; en los que se pasan periodos de florecimiento y otros, de esterilidad y sequía total.
¿Por qué se deja de escribir un buen día?, ¿qué causas intervienen en ello?
Enrique Vila-Matas investigó al respecto sobre autores que enmudecieron para siempre sin un motivo, o una explicación lógica que comprendieran sus lectores. A este hecho lo llamó el “Síndrome de Bartheby” en recuerdo del personaje de Bartheby, el escribiente, según la obra de Edgar Melville.
Nunca sabremos las respuestas exactas de por qué Rimbaud dejó de escribir a los 20 años y se dedicó a viajar y hacer fortuna, cuando había sido el poeta rebelde por excelencia de su época, o por qué Juan Ramón Jiménez dejó de escribir en 1956, después de que le concedieron el Premio Nobel.



La respuesta a la gran sequía literaria que padeció Juan Rulfo aún sigue rondando las cabezas de todos los que admiraron su novela Pedro Páramo y los cuentos El llano en llamas. Sabemos que Juan Rulfo no tuvo una vida sencilla, desde su infancia conoció su lado más oscuro, la muerte por asesinato de su padre, cuando el tenia 6 años, marcó su carácter de una orfandad existencialista, que le acompañaría para siempre. En una entrevista concedida a Fernando Benítez le confesaba: “Entretanto mataron a dos hermanos de mi padre, luego casi enseguida, murió mi abuelo paterno. Murió de tristeza porque al que más quería era a mi padre, su hijo mayor. Otro tío mío murió ahogado en un naufragio, y así, de 1922 a 1930 sólo conocí la muerte.”




Su obra está toda impregnada de esas voces que quedaron inconclusas, de los afectos perdidos en la infancia cuando se moldea el carácter. La aridez de sus paisajes no hace si no reflejar la aridez interior que surge como defensa ante el sufrimiento de la pérdida. El personaje principal de Pedro Páramo, tiene mucho de autobiográfico, aunque lo negaba, ya que confirmarlo suponía un ejercicio de nudismo, al que no siempre se está dispuesto. Juan Rulfo comenzó a escribir Pedro Páramo en 1954 y en 4 meses tenía concluido el manuscrito de 300 páginas, después pasó casi un año haciendo un trabajo de “pulitura” hasta reducirlo a 150. Se publicó finalmente en 1955. Dado su carácter y su timidez natural, Rulfo dudó sobre presentar la obra en la editorial, fue el argentino Arnaldo Orfila, uno de los directores de la colección Letras Mexicanas del Fondo de Cultura Económica, quien afortunadamente, insistió para que lo hiciera.



Por aquello de que nadie es profeta en su tierra, la primera edición de Pedro Páramo pasó sin pena ni gloria. Después en la década de los 60, comienza un interés por su obra, se agotan las ediciones y se traduce al alemán, ingles, ruso; desde ese momento, pasó a ser uno de los libros fundacionales de la literatura latinoamericana y universal.
Su biógrafa Reina Ruffé, apunta que la causa de su mutismo pudo ser precisamente el éxito, que le apartó de su mesa de trabajo, llevándolo a dar conferencias y presentaciones por medio mundo, o quizás el miedo a defraudar con otro libro que no alcanzara la calidad de los primeros, (detestaba la mediocridad), su adicción al alcohol, o la tremenda autoexigencia que lo acaba aislando de todo lo que le era querido. “Yo sé que todos los hombres están solos, pero yo más.” le dijo a Elena Poniatowka.





La fotografía fue su segunda pasión. Así como mandó a descansar su lápiz amarillo 2B, con el que escribía, su cámara  Rolleiflex 6x6, le acompañaba en sus viajes, intentando capturar con la imagen, lo que la palabra le negaba. Se calcula que dejó un legado fotográfico de más de 6.000 negativos, que aún están en proceso de clasificación definitiva.
Para su leyenda particular quedó una anécdota: en una visita a Caracas en 1974, durante un encuentro con estudiantes de la Universidad Central de Venezuela les contaba: “ Yo tenia un tío que se llamaba Celerino. Un borracho. Y siempre que íbamos del pueblo a su casa o de su casa al rancho que tenía él, me iba platicando historias. Y no solo iba a titular los cuentos del Llano en llamas como los cuentos del tío Celerino, si no que dejé de escribir el día que se murió. Por eso me preguntan mucho por qué no escribo: pues porque se me murió el tío Celerino que era el que me platicaba todo… “

Las fotografías son de Juan Rulfo, tomadas de la red.
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