miércoles, 18 de diciembre de 2013

FELICES DÍAS






Queridos amig@s

Gracias un año más por sus lecturas y comentarios, igualmente gracias, a los silenciosos que viajan desde muy lejos, para asomarse a mi ventana.
Para todos
Paz y Felicidad

Y Galeano, no podía faltar…

Ventana sobre la utopía.
-Ella está en el horizonte- dice Fernando Birri-. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca, nunca la alcanzaré.
¿ Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar.


Imagen de Catrin Velz-Stein
Tomada de la red

jueves, 5 de diciembre de 2013

LAS VISITAS





Inevitable  en estas fechas, como el turrón y las almendras,  me pongo nostálgica cuando se pasean por mi memoria aquellos personajes y acontecimientos que me acompañaron durante la infancia. Leyendo las Memorias de Terenci Moix, mitad recuerdo, mitad fantasía, encontré este pasaje sobre las visitas que me hizo recordar aquellas que nos hacían familiares y amigos, y las que hacia mi madre, conmigo de compañía. Me recuerdo sentadita en una silla,  mis pies colgando y mi madre con su locuacidad habitual, relatando cualquier episodio familiar, disfrutando un montón, mientras yo me aburría con solemnidad de niña educada. Me agrada saber que para otros niños, también estas visitas pasaron a pertenecer al archivo personal de su memoria, y  como yo,  las vieron asombrados, con ojos y oídos bien abiertos, escuchando las conversaciones de los mayores, incomprensibles muchas veces, misteriosas otras, y casi siempre aburridas.




Por la mañana, el barrio se convertía en el feudo de las vecinas. Como sea que los maridos partían en búsqueda del jornal y los adolescentes a la escuela, sólo quedábamos los pequeñuelos o aquellos hombres, más escasos que se ocupaban de los negocios radicados en el barrio. Quedaba el tendero, el carnicero, los aprendices de pastelería, el quiosquero, es decir, los que a causa de su trabajo perdían su condición masculina para convertirse en prototipos. Pululando a su alrededor, en busca de sus servicios, el mujerío formaba un guirigay alborotando, proclives al grito y al insulto. Cuando esto no ocurría o cuando había pasado, las mujeres solían entregarse a un cotilleo  inofensivo formando corros y corrillos que llenaban las aceras de la calle y entre las cuales no era extraño localizar a mi madre. Para ser exactos, pasó entre aquella congregación muchos años de palique.





Por la tarde me encontraba ante otro tipo de mujer. Eran las “visitas” como entonces se llamaban a un curioso elenco de personajes, que se instalaban en los hogares a la hora del café  y no se largaban hasta que la más decidida, entre las mujeres de la casa, anunciaba que ya era tiempo de preparar la cena. Distinguiese de las vecinas normales porque solían llegar desde otros barrios, mucho más cercanos al envidiado Ensanche que a nuestro Peso de la Paja. Eran, por lo tanto, señoronas indiscutibles. Yo notaba en mis familiares cambios de apreciación muy repentinos. Se mostraban amables y de excelente humor mientras la visita estaba presente; pero, no bien cerraban la puerta tras ella, la maldecían y aseguraban  que el próximo día pondrían la escaba boca abajo para que se marchase antes. Pero yo seguía esperando con verdadero anhelo a las visitas que llegaban de barrios altos y se parecían mucho a las damas que salían en los dibujos del dibujante Freixas, con sus peinados altos Arriba España, las cejas cuidadosamente depiladas, zapatos de tacón muy afilados y las uñas pintadas con brillo tan rutilantes que dijeran se llamitas arracadas del fuego del infierno. Las visitas recordaban a perfumes Maderas de Oriente, a colonia Maja, a bisutería fina y a peletería de imitación…




Fotos de Catalá Roca, tomadas de la red

Memorias. El peso de la paja 1
El cine de los sábados

Terenci Moix

martes, 12 de noviembre de 2013

CRÓNICA DE AEROPUERTOS




Los aeropuertos parecen Babeles móviles y modernas, donde se oyen todas las lenguas y aunque todo está debidamente ordenado e informatizado, en el fondo, se percibe la anarquía que albergan esas tierras de nadie, cruce de encuentros y adioses significativos para unos, solo lugares de paso para otros. En el fondo, la soledad y la indiferencia son las principales protagonistas de estos espacios. En los duty-free, luminosos y tentadores hacen lo posible para venderte lo que sea que no necesites, haciendo caso omiso al poeta cuando recomienda” ir ligero de equipaje”. 

 Sentada a mi lado una mujer me habla de sus 3 nacionalidades, con la misma naturalidad que si hablara de marcas de prendas, unas más útiles, otras más queridas, otras sólo dadas por la casualidad. Lleva sus nacionalidades tranquilamente, sin conflictos nostálgicos ni arrebatos amorosos, sólo transita por ellas. Del otro lado de mi asiento, una mujer mayor, de porte aristocrático, con una hermosura tallada por el tiempo, me cuenta que cada 6 meses pasa del Barrio de Salamanca a Caracas buscando siempre el cobijo del calor. Con los hijos repartidos, busca la seguridad de su acercamiento, como ellos de niños, buscaron el suyo

. Las pantallas iluminadas cambian continuamente indicando “destinos” nuevos. Miro la infinidad de ellos que aparecen y pienso que a todos alguna vez se nos pasó por la cabeza, la pregunta de ¿y si en vez de de seguir tu “destino” cogieras otro avión que te llevara a otro lugar que por azar viste en la pantalla, con el que no tuvieras ningún lazo?, si se pudiera abordar ese otro avión, sin equipajes de ningún tipo, y empezar en otra tierra desconocida, lejana y exótica, con la que no compartieras ni lengua ni cultura, sólo seres humanos, desnudos, despojados de todo el aparataje con el que nos vamos cubriendo con el tiempo y las vivencias y comenzar otra historia, mejor o peor, imposible saberlo. Creo que muchos nos quedaremos con la pregunta de: ¿ y si…?

lunes, 16 de septiembre de 2013

LECTURAS A LA ABUELA



Amigos, les traigo estos fragmentos de los recuerdos, anti memorias como él las llama, del poeta colombiano Jotamario Arbelaez, sus inicios en la lectura, su relación con la abuela, la causante de alebrestarle la imaginación entre oraciones y novelas de amor...

Rezamos o leemos, me pregunta mi abuela todas las noches después de persignarnos y santiguarnos. Ella va trayendo al escondido -y después los devuelve- algunos libros de la biblioteca de Luis, el esposo de la tía Tina, y me pide que se lo lea, pues ella, a pesar de lo viva que es, no tuvo tiempo ni paciencia para aprender a leer y escribir.
Solo cuando estoy muy cansado de haber jugado al futbol en el pasaje me transo por las oraciones, entre las que no faltan el Padrenuestro, el Avemaría, la Salve, el Señor mío Jesucristo, y una que me gustaba mucho y no volví a oír y rezaba: Bendita sea tu pureza/Y eternamente lo sea/En tan graciosa belleza/Hoy todo un Dios se recrea (…)
…Nos acostamos a las ocho, ella en su cama grande y la mía contra la pared de la pieza, donde todas las noches sacramentalmente me orino. Antes de la sesión reglamentaria  de paseos por la gran comedia humana, ella apaga la luz, se pone el camisón al  oscuro y orina sentada en la bacinilla con un chorrito cantarino que pone al aire hacer olas. Enciende, abre el escaparate y saca de él una media de aguardiente de la que bebe un trago largo, escupe en la bacinilla caliente, se cobija y me da la orden de arranque. Un centavo por página leída fue mi tarifa.



 El primer libro que le leí por capítulos fue El hombre de la máscara de hierro, del que quedé enamorado. Después siguieron El  Conde de Montecristo, Veinte años después, lo que nos hizo devolvernos a Los tres mosqueteros, y La hija maldita (“ Leeme una miajita de Lucilamiller”, me pedía). De allí pasamos a La hija del cardenal ( por error , pues me hizo suspender la lectura cuando empezaron las bacanales de los clérigos), El jorobado de Notre Dame, y empezamos los Miserables, pero tiré la toalla porque me mamó Víctor Hugo. Nos pasamos al atormentado de Maupassant. Y allí empezaron mis migas con la literatura francesa…


Jotamario Arbelaez (Cali, 1940)
Nada es para siempre. Antimemorias de un dadaísta.
Ed. El perro y la rana. Venezuela
Imágenes de Fernando Botero, tomadas de la red

jueves, 18 de julio de 2013

GEOGRAFÍAS IMAGINARIAS ( Reposteado)



Existen lugares, tierras, espacios donde los escritores alojan a sus personajes. Infiernos o paraísos donde los ponen a sufrir o disfrutar de los avatares de la vida. Cerca del río, entre calores sofocantes o arideces desérticas, les crean historias posibles por muy fantásticas que parezcan, en un juego de haceres donde se confunden realidades y anhelos. Algunos fueron creados por familias nómadas en busca de tierras prometidas, como “Macondo”, donde José Arcadio Buendía haciéndole caso a un sueño que tuvo y cual profeta, se alistó a conducir a familiares y amigos, con sus enseres y animales, atravesando montañas hasta llegar a las orillas del río, aunque este hecho, le costara muchos años de soledades. Tiempo después, García Márquez en su libro Vivir para contarla relata que el nombre de “Macondo” proviene de una hacienda bananera cercana a Aracataca, su lugar de nacimiento.
En este lugar mítico, García Márquez instaló a muchos de sus personajes, les construyó un lugar a la medida de sus sueños, y fue dejando que sus habitantes se expresaran a través de sus vivencias.




Para Juan Rulfo “Comala” nació mas bien de sus pesadillas de infancia.
En este lugar no existe el esplendor ni la bulla de los países siempre asoleados, por el contrario, en “Comala”, el sol abrasante del desierto deja arideces y resentimientos entre los aun los habitan, los hombres y mujeres que no pudieron huir abandonándolos como una especie de maldición heredada por generaciones.  
Pedro Páramo, acude a este lugar en busca del padre, de su pasado y su historia que aun no conoce, pero que se enraíza con la suya, sin embargo lo que encuentra es un pueblo de fantasmas y murmullos, donde cada vecino tienen una crónica de infamias que contar, en la que el perdón y el olvido parece no tener cabida.




“Santa Maria”, producto de la imaginación de Juan Carlos Onetti, está atravesada por otro río grande y navegable, con astilleros en sus orillas. Es la ciudad de Larsen, el juntacadaveres, personaje pesimista, duro y lacónico, que a pesar de todo, lucha por sobrevivir, aunque no encuentre sentido a la vida. Regenta un burdel, con mano firme, en el que las prostitutas son viejas mujeres y como Larsen, se limitan a vivir, a respirar cualquier aire, sin escrúpulos, sin arrepentimientos.
La de Onetti es una visión oscura y absurda de la vida, el existencialismo de Sartre se deja sentir en los diálogos de los personajes, en la metáfora del río que arrastra piedras, y fluye en constante indiferencia.

Entre la literatura fantástica y de terror, podemos ubicar el pueblo de “Eastwick “ con sus encantadoras brujas en Rhode Island, de Jhon Updike. “Derry” de Stephen King localidad que aparece en varias de sus novelas.




Dentro de la llamada “literatura infantil”, existen lugares imaginarios como “Liliput”, geografía inventada por Jonathan Swift, (uno de los escritores mas sarcásticos que diera la literatura de habla inglesa), donde anidan seres diminutos interesados en las matemáticas y en las artes musicales, aunque estas, no las utilizaran con fines prácticos, ni tan siquiera lógicos. Sus mujeres desinhibidas disfrutan de los placeres de la vida, tienen amantes de otras islas con los que terminan huyendo hacia otros paraísos prometidos.

“Alicia en el país de las maravillas” de Lewis Carrol, la historia increíble y fantástica de Alicia, una pequeña niña que tiene el don de la ubicuidad, que traspasa el espejo y se adentra en un mundo donde la lógica, el concepto de tiempo y la relación causa efecto, carecen de el valor con que acostumbramos a medir el desarrollo de la vida.




Otras geografías de papel que luego fueron llevadas al cine son:

“La Tierra de Oz”, de Lyman Frank Baun en El mago de Oz.
“Hogwart” de J.K. Rowling de la saga de Harry Potter
“La Tierra Media” de J.R.R Tolkien.
“Narnia” de C.S Lewis.
“Ciudad Gótica” de Batman.
“Fantasía” de la Historia sin fin.
“Springfiel” lugar de nacimiento de la familia Simpson.



Las imágenes son de Edgar Mendoza Mancillas, tomadas de Artelibre.

miércoles, 3 de julio de 2013

CONCEPTO DEL TIEMPO SEGÚN ORIENTE Y OCCIDENTE





Para comprender por qué Oriente es concéntrico y Occidente lineal hay que ir al fondo de su mentalidad y rastrear, desde el origen como se forjó la concepción del mundo de cada cultura. La mitología permite discernir en el subconsciente de orientales y de europeos dos ideas del tiempo radicalmente distintas: tiempo cíclico de Oriente y tiempo lineal de Occidente. Asia está regida por el signo del eterno retorno, de ahí su fatalismo-ese conformismo que irrita al occidental-y la inmensa paciencia de unas  culturas que se cierran, autocomplacidas, sobre sí mismas. Europa es la tierra del tiempo lineal, del viaje y el progreso, de los pueblos irredentos cuya mitología habla de una caída original, un trabajo de liberación y transformación, al final de los tiempos. La misma estructura que configura el pensamiento cristiano y judío se incorporó en el marxismo, cambiando caída por capitalismo, redención por lucha de clases y juicio final por disolución del Estado: es siempre la noción del tiempo lineal, del progreso, del trabajo, y como origen y motor de todo, la culpa. Tiempo lineal y culpa se apoyan mutuamente, pues aquel no existiría sin el origen, que es la caída: la culpa. Decía Lin Yutang que para hacer cristiano a un chino primero hay que convencerlo de que es culpable.


Interesantes reflexiones del libro Oriente y Occidente de Luis Racionero

lunes, 17 de junio de 2013

LAS PALABRAS DE IVONNE BORDELOIS





En estos días descubro el valor de la palabra con Ivonne Bordelois, filóloga argentina de amplios vuelos. Sus distintos significados, sus aristas y el resplandor que desprenden desde las diferentes miradas.  Confirmo que desde niña me asombraron las palabras y los distintos usos a los que ellas dóciles se someten. Me encuentro evocando la infancia, que la sopa que más me entretenía y gustaba, era la de letras nadadoras en caldos claros. Que me encantaban los libros que las alojaban  y el olor que desprendían al chasquido de las hojas al voltear. El peso de los libros en mis caderas camino del instituto, preámbulo de otros pesos infantiles más suaves y carnosos que más tarde cargaría. Compruebo,  que siempre he estado rodeada de ellos, en dormitorios, salas y baños, en el bolso a la espera de una consulta médica, o de un largo trayecto en avión. Todos tienen subrayados y anotaciones porque me relaciono con ellos intensamente. En general los cuido bien, y de algunos he protegido amorosamente sus pastas del paso del tiempo y sus estragos.  Entre tanto trasiego familiar, no pude conservar los libros de cuentos de mi infancia, pero sí guardo los libros de cuentos que yo leía a Isabel, para convocar la tranquilidad de su sueño. Ahora, cuando a veces las tardes se vuelven largas y el cansancio no te permite continuar, reviso libros olvidados y disfruto el porqué un día los traje a vivir conmigo. He recordado sin conocerla la antigua librería familiar de la calle Hermosilla, los comentarios de mis padres, cuando en las discusiones se llegaba al acuerdo del poco espíritu comerciante que todos habíamos heredado. Ahora, Ivonne Bordelois, hace que tenga un segundo encuentro con las palabras, que me interese y conozca sus familias, lo que nos reúne y lo que nos diferencia como seres hablantes, su acondicionamiento a la idiosincrasia de un país, de una cultura: la riqueza inagotable que se guarda en la pluralidad de las lenguas, porque: “la identidad es una construcción interminable, del mismo modo que el lenguaje es una operación interminable y está continuamente en perpetua renovación. Bien propio e inalienable, el lenguaje es también un referente necesario para plasmar y sostener, no sólo la individualidad propia, sino la del grupo.”

La palabra amenazada. Ivonne Bordelois.

Monte Ávila Editores.

Imágen tomadas de la red

miércoles, 29 de mayo de 2013

CORAZONES ROBADOS




Me gusta conocer  los cementerios de las grandes ciudades. Será por su silencio, a prueba de ciudad, lo boscoso de sus avenidas, o quizás, el frescor que produce la combinación del mármol y el verde del follaje. Recién llegada a París, resultó que el hotel estaba relativamente cerca del  cementerio, de Pere Lechaise, del que había oído hablar. El paseo al final, resultó un poco largo, pero valió la pena. Para llegar allí, atravesamos calles estrechas, con bares a ambos lados y un mercado que estaba recogiendo ya las mercancías, eran como las 2 de la tarde. Todo en los alrededores mostraba la cotidianidad de cualquier zona de una gran ciudad. El cementerio de Pere Lechaise, declarado Monumento Histórico desde 1993, se hizo conocido por la cantidad de artistas, políticos, famosos y público en general.  Un total de 69.000 inquilinos.



Como es inmenso, tienes planos y señalizaciones que te indican donde están las tumbas más visitadas por el público que pasea entre sus avenidas. Uno de los primeros que localizamos fue el de Marcel Proust, sencillo y austero, casi escondido entre dos tumbas anónimas. Balzac, Edith Piaf o Moliere, fueron algunos de los que pudimos encontrar.  Me llamó la atención en especial, el de Oscar Wilde, de piedra blanca y con una figura egipcia. Está protegido por una pequeña valla de cristal que impide el acercarse. La piedra blanca está cubierta por cientos de labios marcados. Son besos, besos apretados contra la piedra, besos robados, besos apasionados de sus fieles seguidores, que lo recuerdan con pasión arrebatada. De poco sirvió este blindaje contra los besos, sus fieles ahora besan el cristal. Otros, le dejan poemas, declaraciones de amor, flores frescas. Curiosas muestras de afecto, para el hombre que escribió un día: “Un beso puede arruinar una vida humana”.





Thomas Hardy, al contrario que Oscar Wilde, tuvo la posibilidad de expresar sus afectos sin ninguna censura ni castigo. El escritor inglés, fue autor entre otras obras, Lejos del mundanal ruido y Tess, de cuya historia se basa la película de Polanski del mismo nombre. Al morir en Enero de 1928, los próceres de la cultura encargados de su cremación y entierro, dispusieron que sus cenizas fueran al Rincón de los Poetas, en la abadía de Westminster. Su segunda esposa Florence Dugdale, se opuso argumentando que el escritor había expresado su deseo, de que sus cenizas fueran enterradas junto a Emma, su primera esposa y  gran amor. Tras negociar, decidieron que su corazón estuviera junto a Emma, y el resto de sus cenizas en Westminster. Hecho el procedimiento, dejaron a cargo de la sirvienta en la cocina, el corazón, a la espera de que llegara el enterrador.  Fue grande la sorpresa, cuando fueron a buscar la víscera, solo encontraron al gato de la casa relamiéndose. Y,  cuentan,  que para remediar el entuerto, enterraron un corazón de cerdo en el cementerio de Stinsford, al norte de Dorchester, junto a Emma, en las tierras que fueron el escenario de las principales novelas de escritor inglés.






Imágenes tomadas de la red






martes, 14 de mayo de 2013

DON DE OLVIDO, DE ÁNGELES MASTRETTA






… Digo esto porque pienso que olvidar es un arte. Uno de los artes más necesarios y mal practicados que se conoce. Además, como tantas otras artes, olvidar es un arte que la humanidad toda practica muchas veces sin darse cuenta. Olvidamos. Para mal y para bien olvidamos.
Empezando por la muerte mil cosas olvidamos para poder vivir. Y aunque no lo aceptemos, tal vez quienes mejor olvidan mejor viven.
No haríamos nada sin la conciencia de la propia muerte no nos siguiera a la regadera. Nada siquiera, si la muerte de otro cruzara demasiado por nuestro recuerdo. Pero olvidamos. A los inolvidables, a los mejores, a los más buenos, a los que más felices nos han hecho, logramos olvidar para quedarnos con la vida.



Y si somos capaces de olvidar la muerte, de qué olvido no seremos capaces.
Olvidamos por eso el dolor y a quienes nos lo causaron. No por generosos sino por desmemoriados. Y hemos de bendecir el olvido como se bendice el pan de cada día.
Gracias al olvido volvemos a tropezarnos con la misma piedra, y nos vuelve a doler y a gustar el camino. Gracias al buen olvido vivieron juntos nuestros padres, nos quieren nuestros hermanos y nos maldicen aquellos a los que hicimos un favor.
Gracias al buen olvido se nos resbalan las maldiciones, los críticos literarios, el ridículo aquel del que nunca creímos  que sería posible reponerse.



Gracias al olvido seguimos guardando libros como si no fuera solo ésta la vida que tenemos para leerlos un día, pensamos, voy a hojear uno por uno todos los libros de arte que dormitan bajo la mesa de la sala. Un día en que me dé hepatitis o cualquiera de esas enfermedades largas durante las cuales todo se puede hacer menos hojear un libro.
Gracias a que olvidamos la voz de la nefasta báscula volvemos a darnos el placer de un buen queso, de un helado doble por el parque junto a los hijos, de un pan con mantequilla y sal, de un chocolate amargo y tres almendras.
Gracias al olvido seguimos viviendo en la ciudad de México después de una jornada con doscientos sesenta imecas contra nuestros ojos. Y no solo seguimos viviendo, sino que seguimos dispuestos a emprender un día sí y otro también viajes urgentes al extremo opuesto del lugar que habitamos.



Nos vemos en el espejo durante el arreglo de la mañana y ahí nos hacemos cargo del avance implacable de nuestras arrugas, entonces nos proponemos no fruncir tanto el ceño o al menos no fruncirlo solo de un lado para que los setenta años no nos alcancen con la expresión torcida. Pero después nos echamos al día y nuestro gesto lo recibe defendiéndose como mejor puede.
Para poder ser quienes somos olvidamos el sueño de quienes quisimos ser y para que el sueño no muera completo lo dejamos pasar a la cocina una mañana y nos ponemos a cantar con el playback de arias famosas en la voz de María Callas. Olvidamos también todo lo que querríamos ser porque solo así le dejamos lugar a eso que somos y cumplimos a medias con lo que a eso le debemos ¿Terminar la novela? Claro que si, ahora que consiga olvidarme de todo lo demás.
Es extraño pero los desmemoriados perdemos más tiempo recordando, y en nuestras vidas reina un caos lleno de huecos por los que entre en desorden la memoria implacable.
Sin embargo, yo creo que a pesar de todo lo que olvido no he logrado olvidar lo suficiente. Y eso lo digo pensando otra vez en que olvidar es un arte. A veces maligno y paralizador, pero siempre generoso…



 Del libro Un mundo iluminado, Ángeles Mastretta
Editorial Seix Barral, Biblioteca Breve

Imágenes tomadas de la red

lunes, 1 de abril de 2013

"FEMINISTAS", CUANDO EL HOMBRE APUESTA Y APOYA EL TALENTO DE LA MUJER



Virginia Woolf



A propósito de la conmemoración el 8 de Marzo, del Día Internacional de la mujer, el periódico La Vanguardia, publicó una reseña sobre la escritora María de los Ángeles Cabré. El tema, los hombres que, como raras avis, habían apoyado con su estímulo y aliento a las mujeres que tomaron la decisión de escribir, pintar, componer música,etc,en el difícil y tradicional espacio masculino del arte.

 Esposos, amantes, amigos, hermanos, padres o hijos, figuras de hombres que con su aliento permanecieron al lado, apostando por la igualdad de la mujer y su derecho a expresarse libremente. Virginia Woolf en su ensayo “Un cuarto propio”, imaginaba que hubiera sido de una hipotética hermana de Shakespeare, si hubiera tenido el don de su talentoso hermano, ¿hubiera podido desarrollarlo? Con seguridad, no.
 Linda Nochlin, la crítica de arte feminista, apunta “ los hombres exigen no solo sumisión sino también afecto incondicional”, mientras que las mujeres están acostumbradas a caminar en soledad y pagar un alto precio cuando se elige un camino distinto al designado por la cultura patriarcal.





 A Platón le debemos que invitara a su famoso Banquete a Diotima, mujer a la que consideraba capaz de enseñar tanto a hombres como a mujeres el arte de amar. Mediadora entre los dioses y los hombres, le explica a Platón la importancia trascendental de Eros en la vida de los mortales. En su academia también tuvieron cabida mujeres como Lastenia de Mantinea y Axiotea Flisiaca, ávidas de saber y lo suficientemente aguerridas, para compartir ese mundo de exclusividad masculina de ciencia y filosofía. También Aristofanes, en su Asamblea de mujeres, plantea un gobierno liderado por estas, ya que los hombres han sido incapaces de resolver los problemas que acosan al habitante de la polis. Célebre por sus comedias, de las que se vale para poner en entredicho las leyes y hacer pensar al pueblo preocupado por la guerra del Peloponeso, les da a las mujeres, un voto de confianza y apuesta por su buen hacer. 

Leonard y Virginia Woolf


Ya en pleno siglo XVI, Montaigne, un hombre reflexivo y penetrante observador de las contradicciones humanas, no duda en animar a escribir a la joven alumna María de Gournay, nombrándola después editora de sus memorias, aunque con esto cause no pocas habladurías en su contra, y el desprecio hacia la joven por parte de la sociedad de su época.

 A Virginia Woolf, le debemos la creación del “cuarto propio”, y a su esposo Leonard Woolf que le diera su apoyo y su amor incondicional, para que Virginia pudiera desarrollar su carrera de escritora, a pesar de su precario equilibrio mental y en tiempos de entre guerras. Cuando su esposa empezó sufrir crisis agudas de depresión, Leonard dejó su propia carrera de escritor y junto a Virginia compraron una pequeña imprenta manual que, con el tiempo se convertiría en la influyente editorial Hogarth Press, donde se publicó entre otros, a T S Eliot y tradujo a escritores como Rilke, Freud, H.G.Wells. En una carta fechada el mismo día en que Virginia se suicidó, escribe a su esposo: “Quiero decirte… todo el mundo lo sabe. Si alguien podía salvarme, hubieras sido tú. No queda nada en mí salvo la certidumbre de tu bondad. No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo. No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que nosotros hemos sido”.

 Mientras escribo sobre los Woolf, me viene al recuerdo y como antítesis de estos, Zenobia de Camprubí y Juan Ramón Jimenez, a quien el poeta vivió cortándole las alas como mujer y escritora, mientras él estiraba las suyas por el mundo , o el caso de Camille Claudel y el escultor Rodin, después de lograr entrar en el estudio del escultor, gracias a su hermano Paul, con la oposición de sus padres y familiares, Rodin, aunque valoraba su habilidad creadora, siempre procuraba tenerla opacada, temeroso de su talento.La obra de Camille no fue reconocida hasta bien entrado el siglo XX.



Emily  Dickinson


 A pesar del encierro escogido por la poeta Emily Dickinson y de su peculiar forma de ver la vida, siempre encontró apoyo en su familia. Su padre, el juez Dickinson, severo y de firmes convicciones religiosas y políticas, alentaba a Emily, reconocía su talento y la dejaba hacer, aunque él no entendiera mucho a esa hija tan especial que su dios le había enviado. Su madre siempre la cobijó con su cariño y el cuidado de su frágil salud, y sus hermanos, fueron cómplices muchas veces, de proporcionarle el material para sus escritos, acompañarla a los pocos viajes que hizo fuera de Amherst, y asegurarse, una vez que faltaron los padres, de que Emily tuviera todo lo necesario, tanto en el cuidado de su frágil salud, como preservar y dar a conocer sus maravillosos poemas.

Susan Sontag y su hijo David Rieff


 Un hijo que rompió moldes fue David Rieff. Desde pequeño admiró a su madre Susan Sontag, a pesar de que no debió ser fácil vivir a la sombra de una personalidad tan fuerte y arrolladora, como la de esta escritora norteamericana. Cuando en el año 2004 le informaron que su madre padecía de cáncer por tercera vez en su vida, permaneció a su lado, ayudando y acompañándola durante todo el proceso, apartando su propia carrera de crítico y periodista, más tarde,describiría en su ensayo, “Nadando en un mar de muerte” la enfermedad de su madre.


John Stuart Mill y Harriet Taylor

 Otro gran luchador por la dignidad de la mujer, fue el economista y filosofo británico, John Stuart Mill. Cuando conoció a Harriet Taylor en 1830, tenían ambos 20 años y ella estaba casada. De inmediato se sintieron unidos por el mismo pensamiento político-liberal y asumir la lucha por los derechos de la mujer como una razón de vida. Mantuvieron una fructífera relación de amistad y colaboración filosófica escribiendo “El sometimiento de la mujer”. Ambos compartían la idea de extender la educación formal para la mujer, y la igualdad del derecho al sufragio, la propiedad y la herencia. En 1859, un año después de la muerte de Harriet, Mills, escribió “Sobre la libertad” y en su dedicatoria escribió: “Dedico esta obra a la recordada y llorada memoria de aquella que fue la inspiradora y, en parte, autora de lo mejor de mis escritos. A la amiga y esposa, cuyo excelso sentido de la verdad y de la justicia fueron mi mayor acicate, y cuya aprobación constituyó el mejor de los reconocimientos. Al igual que todo lo escrito durante muchos años, este libro es tanto de ella como mío”.

Imágenes tomadas de la red

miércoles, 13 de marzo de 2013

DIES IRAE, UN CUENTO URBANO






 Dicen que todo comenzó cuando se oyeron en la ciudad unos gritos lejanos, salidos de algún lugar desconocido. 
Dicen que los perros, inquietos, fueron a refugiarse en los callejones más oscuros y remotos que albergaban los arrabales.
 Dicen que la reacción inmediata de todos fue golpear atrozmente a quien más cerca estuviese, el hijo al padre, el padre a la madre, la madre al vecino y el vecino a su esposa.
 Dicen que las mujeres- enjambres y enjambres de ellas-, siguieron a los hombres para violentarlos. Y lo hicieron.
 Dicen que los niños acosaron a los transeúntes hasta que estos tuvieron que subir a los árboles más altos para no ser alcanzados.
 Dicen que los autos envistieron a los peatones implacablemente, derribaron semáforos, faroles, puertas, subieron escaleras y más escaleras para dar en su blanco.
 Dicen que, una vez abatido el peatón, los demás conductores esperaron en pacientes filas su oportunidad para pasar sobre él.
 Dicen que las ancianas piadosas colocaron sus bastones convenientemente en el camino de los ciegos, para que éstos tropezaran y se fueran de bruces.
 Dicen que los mudos enloquecieron porque les fue imposible demostrar su miedo a gritos.

 Visión Memorable ( Fundarte, Caracas, 1987)

 MIGUEL GOMES Ensayista y crítico venezolano. Licenciado en Letras por la UCV, doctorándose en la Universidad Estatal de Nueva York. Ha publicado El pozo de las palabras, 1990. Poéticas del ensayo venezolano del siglo xx. Es autor de varios libros de cuentos, entre ellos: Visión memorable, La cueva de Altamira y Viudas, sirenas y libertinos.
  Visión memorable, reúne 48 textos breves, que nos hablan de la angustia urbana, de lo absurdo y surrealista de el ambiente que se respira en las grandes ciudades, que genera violencia y esta, cuando se hace cotidiana, indiferencia. Entre la fantasía y lo onírico sus cuentos y relatos son duras críticas a los estamentos políticos y sociales que vertebran la sociedad. Sus personajes sacados del día a día, de las calles y comercios, de los locos ambulantes, el carterista profesional y el ama de casa normal que sale a la calle, el autobusero que ensordece a los pasajeros con el volumen de la salsa, la eterna añoranza del emigrado, anecdotarios tragicómicos muchos de ellos, reporte del pulso diario de la gran ciudad.

Fotografía de Mario Cravo Neto, tomada de la red.



lunes, 25 de febrero de 2013

DESPUES DE LA SIESTA





Para Carmen, mi hermana


 Recuerdo que aquella tarde, amodorrada por la oscuridad del cuarto, luchaba para no dormirme. Nada peor para un niño que la siesta, el reposo cuando no hay cansancio, y el mundo entero está por descubrir. Afuera, no se oían los murmullos de las palabras extranjeras y entrecortadas por los chirridos metálicos del telefunken. Creo que mi padre había salido, a lo mejor se había cansado de tratar de sintonizar la BBC de Londres, buscando noticias sobre Franco. Era su ritual, sentarse al lado de ese enorme radio lleno de teclas que se hundían facilitas. A mí solo me estaba permitido mirarlo sin tocar y observar a mi padre, en su empeño cotidiano, solitario y esperanzado de oír que “a la dictadura le queda poco”. En las noches el sonido era mejor, y el volumen se reducía al mínimo, porque “las paredes oyen” y el miedo agudiza los sentidos. Yo solo pensaba que al levantarme de la siesta, podría ver de cerca el vestido de sevillana rojo con volantes blancos. Estaba colgado en una percha de metal, en medio de la sala. Lo habían traído por la mañana y era el foco de atención desde entonces. Mi hermana no le quitaba los ojos de encima, parecía soñar al verlo. Mi madre sonreía, asomándose al futuro a través del encaje de los faralaos. También estaban en la sala un baúl enorme verde oscuro, lleno de clavos y de cerraduras mágicas.





 A su alrededor y apiladas en santa paz, había sabanas de algodón bordadas, toallas gruesas, blusas de organdí y faldas de tubo, de esas que se ponía mi hermana cuando salía a pasear con sus novios. Y zapatos, muchos zapatos de tacón fino, puntiagudos, altos y desafiantes. Cuando ella salía, yo aprovechaba para zapatear por toda la casa, con mi pie pequeño que hacia doblarse asustado al zapato. Otra cosa muy diferente era las pinturas, inaccesibles, escondidas para mí, sobre todo el pintalabios y el colorete, frutas prohibidas del paraíso de los adultos que hacían mis delicias.






 Algo se avecinaba y yo no podía entender por qué la casa ardía en preparaciones, visitas, compras y revuelos. Mis padres decían que el futuro estaba en América y yo al oírlos, pensaba en viejos barcos a vela, mujeres hermosas y piratas buenos, que cruzaban el océano entre días soleados y noches estrelladas. Las mujeres hablaban de los inventos americanos como el nylon y las medias sin costura, y mi padre, de los avances de la televisión y en general del gran nivel de vida que por aquellas tierras había. El billete ya estaba comprado, de Madrid a Vigo, y allí un barco de la Transatlántica Española hasta el puerto de la Guaira, en Venezuela. De 10 a 14 días de navegación daban para mucho. Iría sola en el viaje, pero encomendada a todos los santos y patrones, y allá la esperaba la madrina. Ellas serian las primeras en explorar esas tierras lejanas de las que tanto se hablaba. Carmen era guapa, decidida y había terminado la carrera de magisterio; le iría bien. El viaje y sus alrededores nos quitaron el sueño por mucho tiempo.





 Allá en el nuevo país, se necesitaba mano de obra, mientras crecía como un adolescente y todo estaba por hacerse. De la construcción y la vialidad se encargaban los italianos, así como la sastrería y las tiendas de calzado. Los portugueses, generalmente de la isla de Madeira, tenían el monopolio de panaderías y viveros. Los españoles, especialmente canarios, de la siembra en los fértiles valles, de restaurantes, bares y comercio de víveres en general. Los alemanes, construyeron un poblado para ellos solos en las montañas que recordaban sus paisajes de Baviera; los árabes y judíos el negocio de telas y joyería. Y así, cada extranjero enseguida prendía como una planta nueva en tierra fértil. En los procesos de emigración en Latinoamérica se dieron bajo una característica especial, que Uslar Pietri llamaba “el injerto”, cuando la nueva cultura se mezcla con la autóctona y produce un fruto nuevo que tiene vida y características propias, con elementos de las dos culturas fundidas y amalgamadas en sus raíces.





 La vida continúo para todos. Los pequeños haciéndonos mayores y los mayores preparándose para marcharse. Había demasiadas tierras prometidas, demasiados cantos de sirena que atender. El mundo era inmenso, tan grande como decían los libros y las enciclopedias que había en la casa. Y así, a través del tiempo, se fueron creando nuevas biografías, las ausencias se fueron tejiendo con el quehacer diario y con el convencimiento que da la ley de la vida, que solo quita lo que nunca nos perteneció realmente.

Imágenes tomadas de la red.

martes, 29 de enero de 2013

SE RECOMIENDA SOÑAR...DESPIERTOS




Dicen los científicos y los expertos en conducta humana, que soñar es recomendable y beneficioso para nuestra salud mental, para sostenerse entre tanto vaivén al que estamos sometidos, como un punto de enlace, con la infancia de la que nunca debemos alejarnos y sobre todo, como motor indiscutible para la creación. Hölderlin, decía: “el hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona”. Nuestros mejores momentos, días y épocas, han sido a la espera de que el sueño cargado de esperanza, porque nunca viaja solo, se cumpliera, y esos momentos previos a su realización, han sido quizás, los de mayor disfrute.

 En el sueño, todo está dentro del campo de lo posible. Walt Disney, un soñador por excelencia, tenía en su lugar de trabajo, un espacio decorado con imágenes, dibujos, bocetos, ideas y conceptos que él llamaba “ el rincón para soñar”. De ese cuarto, dedicado a dar rienda suelta a la imaginación, saldrían las películas de cuentos, con los que disfrutamos varias generaciones, a pesar de la parte moralista y lacrimógena, que siempre llevaban,  hoy en día, son clásicos de la animación. Del sueño, nace la creatividad, es su motor de arranque y alimento indispensable, de él, se nutre dando paso después, a la innovación, en todos los campos cognitivos de la mente humana. 
 Dicen, que de la pregunta ¿y si?,  nació la ciencia ficción y tantas obras científicas y artísticas, en que sus autores simplemente, se dieron el permiso de soñar y después, utilizar los sueños,  como herramientas maravillosas para llevar sus proyectos a la práctica. 




 Del acto creativo, podemos distinguir tres fases fundamentales para que se realice: el primero, seria soñarlosin restricciones, sin miedo, aplicándonos el hecho de que somos seres ilimitados, en nuestra capacidad de pensar y crear mundos paralelos a la realidad. El segundo paso, sería la etapa realista, aquella en que la razón entra en el juego, junto a la lógica y el sentido común, que nos advierte de lo posible y realizable, nos concreta poniendonos los pies en tierra. Y la tercera fase, seria aquella, en que se lleva a la práctica, materializando el sueño, haciéndolo nuestro, propio, luchando por él, apartando el miedo, sin desistir. Y si nos equivocarnos, no sentir la batalla perdida, admitir el hecho de haber encontrado otra manera de ver las cosas, otro camino, aunque este, no nos sirva para nuestro proyecto o meta. De cuantos proyectos desviados de la idea original, no nos ha beneficiado la ciencia, la farmacopea, etc.




 La edad más creativa del ser humano, está entre los 2 y los 4 años. Las redes de neuronas, con que trabaja nuestro cerebro, se activan unas con otras, provocando autenticas marejadas de ideas. A partir de los 7 años, disminuye esa capacidad, aunque seguirá presente en todo nuestro desarrollo. Sin restricciones, el cerebro es ilimitado, pero después con el crecimiento, vienen las limitaciones sociales, ambientales, culturales; zancadillas y represas al hecho humano por excelencia de la creatividad. Siempre es más dócil y manejable, el individuo que sigue los lineamientos sin rechistar, establecidos por los intereses de otros.
 Shekespeare, dijo una vez : “estamos hechos de la misma materia de los sueños”, somos sueños, que hay que desarrollar y construir, aunque también tengamos la alternativa,  de quedarnos viviendo dentro del sueño o de sus alrededores…

Imágenes tomadas del blog El baul que no tenia mi abuela y de la red

martes, 22 de enero de 2013

RESEÑA PUBLICADA EN LOQUELEIMOS.COM



Siempre es bueno y alentador saber que otros compañeros, con los que compartimos la afición  al apasionante mundo de las letras, te publiquen  algo en su espacio, por eso, aprovecho la ocasión para agradecer a Luis SM y su equipo del portal www.loqueleimos.com, dedicado a reseñas de libros, por la publicación de" Cuando fumar era un placer" de Cristina Peri Rossi  que escribí hace algún tiempo, igualmente  recomendarles este sitio ameno y bien construido de reseñas de todo tipo de literatura, especialmente narrativa.
Saludos cordiales desde Caracas y muchas gracias

martes, 8 de enero de 2013

DIARIOS DE RIBEYRO








Por estos días leo los diarios de Julio Ramón Ribeyro y me sorprende su cercanía, la identificación que puede sentir cualquiera que escriba, desde el escribidor aficionado  al escritor  consagrado. Cualquiera que le dedique pasión y tiempo a este oficio, al arte de expresar por medio de la palabra,  las distintas  formas de ver la vida  y tomar posición  ante ella.
 En algún momento, muchos de nosotros hemos llevado  un diario con más o menos gloria, hemos sentido la necesidad de la confesión al papel del que suponemos el mejor de los oyentes, al menos el más fiel e incondicional. Dice Ribeyro, que todo diario nace de la soledad, de la escapatoria, de la necesidad vital de comunicación y expresión que nos identifica como raza humana. Es difícil llevar un diario cuando no hay introspección y una mirada sincera hacia el interior de nosotros mismos. Se supone que los diarios están escritos para ser leídos por el mismo que lo escribe, en una especie de relación íntima,  viendo la evolución y el fluir de conciencia, pero en el fondo, todos desean ser leídos por un lector curioso y que se produzca  entre ambos el beneficio de la identificación. 






 Ribeyro comenzó a escribir sus diarios en los años 50 en Lima, y de allí se autoexilió a París,  donde trabajó como periodista para la agencia France Presse y más tarde, fue consejero cultural y embajador  para la Unesco. De sus años en esta ciudad están fechadas sus mejores páginas, amaba la ciudad, sus brumas y sus gentes, y cuando se alejaba por trabajo o descanso, no dejaba de nombrarla y piar por ella. Vivió también en Madrid, Múnich, Berlín. De su estadía en Madrid comenta: “Es curioso, pero en Madrid pierdo la capacidad de concentración y tiendo a extrovertirme.  Me resulta difícil permanecer solitario, reflexionar, en consecuencia mantener con regularidad este diario. Prueba de ello es que durante los ocho meses   de mi primera residencia en esta ciudad ( noviembre de 1952 a julio de 1953) no escribí ni una sola línea en este cuaderno y mas bien frecuenté los cafés y a los amigos. En París todo resulta distinto. Es una gran escuela de la soledad”     
Palabras curiosas para una persona introvertida y silenciosa como él. Como todo escritor que se precie, es un gran observador, poco conversador, dedica la mayoría de su tiempo a observar el latido de la vida, detallando los lugares y sobre todo a la gente que le rodea. De este poder de percepción nacen sus personajes, sus libros de cuentos,  historias cotidianas que están al alcance de la mirada; seres con los  que compartimos la ciudad y avatares diarios, pero que por su cotidianeidad no son reseñadas, apenas tenidas en cuenta como algo interesante a relatar.
Sus diarios, escritos con una absoluta sinceridad, dan cuenta de una personalidad quisquillosa, empeñada en buscar la quinta pata al gato, un eterno desasosiego le habita, que él reconoce y admite y alienta, como un destino, del cual no puede ni debe sustraerse; es un escritor, un bohemio que narra la vida y esa es su mirada.





En sus diarios, nos reconocemos como seres inconstantes, siempre dispuestos a posponer la disciplina que este oficio necesita para escribir y después corregir, apartándonos del fluir cotidiano de la vida. De sentir el peso de la soledad que implica estar ante la hoja en blanco que nos desafía y nos convoca al mismo tiempo. De los remordimientos que sentimos al no poder compaginar  muchas veces, los roles asignados de proveedor para el hombre, y cuidadora y defensora de la vida para la mujer, con la pasión por la escritura, con la  sensación de felicidad que nos produce todo lo relacionado con la palabra, su oficio y divertimento.
De sus diarios se desprende la hoja de vida de un hombre común y silvestre, cercano como sus rituales y miedos. Se reconoce  buen amigo de sus amigos con los que mantiene conversaciones que se prolongan hasta el amanecer en su modesto apartamento de la Place Falguiére. Sus contertulios y paisanos Brice Echenique, Vargas Llosa entre otros, a los que admira y con los que en determinadas épocas compartió vivienda. Cerca de ellos siente, a pesar de todo, ser un escritor fracasado, incapaz de escribir “la novela” como Cien años de soledad, La ciudad y los perros o Un mundo para Julius. Se auto describe como escritor de corto aliento, incapaz de largos trayectos por falta de concentración y una noria de estados anímicos que le llevan de la exaltación del gran escritor al fracasado. Al contrario que los escritores de su generación apostó por el cuento, el relato corto que sintetiza en el escueto y cuidado lenguaje, la mirada siempre ávida de nuevas posibilidades narrativas.





Después de leer su diario, me encamino de nuevo a sus cuentos, que ahora leo sabiendo las circunstancias en que los escribió. Es una extraña sensación la de conocer sus pensamientos mas íntimos con los que nacieron algunos de ellos, sus problemas de salud, muchas veces al borde de un desenlace fatal, sus soledades parisinas, la relación familiar, la  añoranza  por sus paisajes y al mismo tiempo, el desencanto al acercarse a ellos. La camaradería y rivalidad con escritores amigos, que le lleva a pensar en el tiempo perdido en vivir lejos de sus manuscritos, y sumergirse en su vida laboral; en lo que hizo o dejó de hacer en un constante y duro autoanálisis.
 “Nosotros tenemos una personalidad compuesta de lecturas y que pide prestada- cuando escribimos- su ética, sus sentimientos, sus convicciones y su lenguaje, no al hombre cotidiano que la porta, si no a los cientos de personajes confundidos que encierra nuestra memoria”
La distancia escritor- lector se acorta, late entre sus páginas la vida que transcurre con los sobresaltos y la placidez que todos conocemos. Entre sus páginas no encontramos ni al mito, ni a al héroe, ni al hombre que escribe con poses de sabio. Su eterna duda sobre sus capacidades ante el quehacer literario, el planeo entre la vida real presentada en su dura realidad y la magia y control que se puede tener al crear historias, nos sitúan ante un libro de carácter intimo y testimonial que, como un espejo, muestra el alma del que lo escribió un día, buscando el desahogo y bienestar que da la confesión.

La tentación del fracaso
Julio Ramón Ribeyro. Ed. Seix Barral, Biblioteca Breve.

Imágenes tomadas de la red
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