lunes, 1 de diciembre de 2014

QUERIDO SERRAT








Dentro de poco tiempo Serrat cumplirá 50 años en el mundo musical, de esos 50, por lo menos, hace  45  que lo conozco y lo sigo, ya que  soy de una fidelidad perruna. Lo mío fue un amor a primera vista, fueron sus Paraules d´amor cantadas en una lengua que apenas conocía, pero que me sonaba bien, las que me enamoraron, así como después, conocería a Lluis Llach,  Raimon y María del Mar Bonet, otras voces disidentes  en aquellos represivos años del franquismo. Apenas con 16 años, recién salida del colegio de monjas y de vuelta a Madrid, adolescente y desubicada, para rizar más rizo, me encontraba con nuevos amigos y amigas en aquel barrio del norte de Madrid, donde mis padres maestros nacionales, y después de haber recorrido media España fueron a ubicarse. En un tocadiscos y con mucho cuidado al ponerlos, oía los discos de 45 que me prestaban de Serrat. Como él, sentía que hablaba otro idioma y me relacionaba de distinta manera que los muchachos de mi edad. Me gustaba mucho  leer, el cine y estar rodeada de mayores que yo, sus conversaciones me parecían más interesantes, más sustanciosas. Una de las épocas más solitarias de la persona es la adolescencia, en la que buscas desesperadamente espejos donde mirarte y encontrar  una imagen que se parezca lo más posible a lo que estas buscando. En aquella sociedad pacata y de doble discurso, era difícil encontrar un ideal a seguir. Su música llenaba esos vacíos y soledades, acompañando silencios.




En el 69 vino el disco  de  poemas de Machado, mi poeta favorito, valorando el mundo de las pequeñas cosas, cotidianas y amables con el que me identificaba plenamente, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo en crecer juntos, él como maestro, mostrándome esa otra parte del mundo en las que me sentía todo y parte. Mediterráneo, el lugar donde habíamos nacido, me hizo sentir y comprender lo que había significado para la cultura: como el  origen del negro riguroso de nuestras mujeres viudas, el gusto por la comida y el buen vino, el amor al sol y la conversación entre amigos; el juego al escondite con  la muerte. En los años 80 los dos encontramos que El Sur también existe, que el mundo es grande y uno se puede ahogar si siempre permaneces en la misma orilla. A comienzos del nuevo siglo, fueron  las canciones compartidas con los amigos, Sabina y Serrat, andaluz y catalán,  sacando la parte más golfa de ambos, como dos adolescentes escapados,  felices e indocumentados.



 Para Serrat, el mundo  siempre fue demasiado grande y diverso,  nunca quiso encerrarse en localismos reduccionistas, quiso siempre a su tierra, sus raíces las lleva con él, pero sin renunciar por ello a compartir con otras voces y otros tierras.



Ahora en el último disco que celebra sus  50 años en la música,  Antología desordenada, comparte la mitad de las canciones con amigos de toda la vida y gente joven que se incorpora recién al camino.  La otra mitad, se la reserva como un buen vino que guardamos para las fechas especiales. Así de esta manera, agradece a la vida que le ha dado tanto, como cantaba su amiga Mercedes Sosa…



Imágenes tomadas de la Red

martes, 4 de noviembre de 2014

LUGARES DE LECTURA




Cada uno de nosotros tenemos un lugar favorito para leer. Entregarnos al placer de conocer nuevas vidas, investigar, vivir historias a las que jamás tendríamos acceso si no fuese por la lectura. Tendemos a  combinar la lectura con el lugar,  como si se tratase de un conjunto de ropa y zapatos, no se puede leer poesía en el metro o un sesudo ensayo, estos,  los guardamos para lugares silenciosos, apartados. La poesía mejor si se lee al caer la tarde, cuando anochece,  su lenguaje críptico se abre a nosotros en un efecto  amplificado que nos lleva a la introspección. A propósito decía Margarita Duras, “Raras veces leo en playas o jardines, no se puede leer con dos luces al mismo tiempo, la luz del día y la del libro. Hay que leer con luz eléctrica, la habitación a oscuras, sólo la página iluminada”.


 Descubrí a los clásicos rusos a los 14 años, en un verano de la ciudad de Valencia. La biblioteca de mi tío era envidiable, había variedad y cada libro en su santo lugar.  En las tardes, después de comer, en la obligada sienta, Ana Karenina fue mi compañera en las horas  más calurosas del aquel verano. Aprendí con ella,  que los grandes amores podían ser tan valiosos como la propia vida, pero que antes convenía endurecer un poco el corazón.  Dostoievski,  me alertó de ciertas  pasiones desatadas, que sustituyen amores y pueden llegar a  controlar nuestras vidas.




De todos los medios de transporte el tren es el que más invita a la lectura. “La mejor ocasión para leer un buen relato elegante es un viaje solitario en tren. Rodeado de desconocidos y con un paisaje que no nos es familiar al otro lado de la ventanilla(al que se echa una ojeada de cuando en cuando) la vida atractiva y complicada que surge de las páginas impresas posee matices propios, peculiares y duraderos”,  contaba el escritor inglés, Alan Sillitoe. En ciudades ajenas, donde nada  pertenece a la memoria,  la soledad de los hoteles,  también es mitigada por la lectura nocturna. Rodeado de muebles, olores y texturas que no son familiares, el libro conocido es el  mejor compañero en las noches blancas.

Mi padre prefería su sillón negro con  dibujos chinos de la sala. Su cabeza blanca sobresalía del respaldo y yo aprovechaba su quietud y embelesamiento por la lectura, para peinarle tratando de organizar a mi manera sus cabellos. El sonreía zambulléndose más en la lectura.





La escritora francesa Colette se refugiaba en su cuarto y en las noches para leer. Durante  el día, en  el jardín familiar de la casa de Chatillón, relee una y otra vez Los Miserables de Víctor Hugo. Ama desaforadamente a Jean Valjean, su bondad le sirve de contraste con las rudas maneras de su padre militar, curtido en mil batallas y cuyo desamor  la lleva a buscar la protección del libro. Para Henry Miller, siempre tan peculiar, el baño era un magnifico lugar de encuentro con el libro. “Mis mejores lecturas las he hecho en el baño. Hay personajes de Ulises que solo  se pueden leer en el retrete, si se le quiere extraer todo el sabor al contenido.”. También para Marcel Proust era el sitio “para todas mis ocupaciones que requieran una soledad sacrosanta: lectura, ensoñaciones, lágrimas y placer sensual”.

 Por mi parte, yo sigo fiel a la cama, el lugar de mis primeros encuentros con los libros,  espacio de reuniones y placeres. En la noche, cuentos, con luz directa sobre el libro, para soñar  antes de dormir. Con la claridad del día, cuando el tiempo lo permite, leo y releo, tratando de comprender la quinta pata del gato,  de este enigma que llamamos vida.


Una historia de la lectura, de Alberto Manguel


Imágenes tomadas de la red

martes, 14 de octubre de 2014

BOTELLA AL MAR PARA EL DIOS DE LAS PALABRAS







Entre los grandes amores del Gabo, estuvo el de la palabra. De ella vivió, con ella enamoró a Mercedes, su amor más fiel,  y por ellas pasó a la historia como uno de los grandes escritores de habla hispana. Pero nunca estuvo conforme  con la complicación que representaban algunas de ellas a la hora de escribir y expresar ideas. Era un hombre  sencillo en sus esquemas mentales, las cosas debían tener un uso práctico y acertado, sino,  de que valían…en sus relatos administraba las palabras con criterios de escasez, como buen cuentista que era. Él lo dijo muchas veces, “escribía para que lo quisieran”, era un seductor nato, y esa seducción pasaba por la palabra principalmente. 


 El día que inauguró en México 1977, el 1° Congreso Internacional de la Lengua Española, rodeado de los grandes señores  de las letras, no pudo dejar de expresar su inconformidad: "A mis doce años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: Cuidado! El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: Ya vio lo que es el poder de la palabra? Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor, que tenían un dios especial para las palabras.  En ese sentido, me atrevería a sugerir ante esta sabia audiencia que simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros.


 Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñarnos y enriquecernos, asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los ques endémicos, el dequeísmo parasitario, y devolvamos al subjuntivo presente el esplendor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos. Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revolver con revólver. Y que de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?"

Imágenes tomadas de la red

lunes, 6 de octubre de 2014

UNA ISLA SOBRE LA TIERRA








Bien pequeña, estudié alguna vez en mi súper enciclopedia Alvarez, que una isla era una porción de tierra rodeada de agua por todas partes. Después con el tiempo y en los viajes confirmé las palabras de mis maestros. Pero según crecemos, en toda la extensión de la palabra, nos damos cuenta de que las cosas no eran tan exactas ni cuadraban tan simplemente como creíamos. Nos tocó desaprender. Y mucho. Todo parecía haberse trastocado. La mayoría de los hechos extraordinarios que ocurrieron en tiempos remotos  y que alguna vez nos contaron como milagros de alguna deidad, no fueron si no fenómenos extraordinarios de la naturaleza, que cada tanto reclama su espacio o se encabrita con otra fuerza y pelean y reclaman su cuota de poder.



Así las islas se volvieron continentes y otras tierras firmemente enlazadas se separaron y cada cual siguió su camino cómo si nunca se hubieran conocido.
Así también mi otra tierra, Venezuela, un día se volvió una isla sobre la tierra. Y se pobló de Robinsones buscando su  propia sobrevivencia. Empezamos a desconocernos, fraccionarnos, las diferencias se hicieron más profundas y telúricas. El mutuo desconocimiento anterior de las clases sociales se profundizó y en medio se establecieron profetas de  tierras de nadie,  vacios  que surgen en los desencantos; buenas tierras ya abonadas donde los profetas oportunistas, como virus  ante un cuerpo debilitado, se hacen fuertes y toman el control del espacio. Y al principio innovan, enamoran con sus cantos de sirenas, a todos aquellos que siempre quieren ir por lo caminos verdes, fáciles en su trazado, pero imposibles de seguir pasado un tiempo. Porque la política es eso, básicamente enamorar con la palabra, en discursos grandilocuentes, mentir a sabiendas,  tocar el corazón de los más humildes y dóciles al engaño y apelar a la esperanza de todos  por los cambios que prometen bienestar y prosperidad. Pero esos profetas después de  un tiempo, se acostumbran a mandar y el pueblo a obedecer, en los ancestrales juegos del poder. Entre la indolencia de unos y la incapacidad de otros, se van afianzando los poderes y los compromisos, los escrúpulos van amainando, mientras la corrupción los enreda y hace difícil desandar por lo equivocado.





¿Cómo llegamos a ser una isla después de haber sido cabeza de continente, a estar hipotecando los bienes de la tierra que tan generosamente se nos dieron, a desconocernos, al aislamiento físico por el derroche y mala administración de los erarios públicos, a ir perdiendo la alegría y el buen humor del caribeño, del que siempre lo tuvo todo fácil; a encontrarnos acorralados  en la tierra donde todos cabíamos, en la tierra de gracia que un día fuimos?

Acuarela y acrílicos de Elena Candel



martes, 16 de septiembre de 2014

UN CUENTO FEMINISTA




ARREPENTIMIENTO TARDÍO

Adán no estaba contento. Eva no daba el ancho que él necesitaba. Era tonta como una puerta giratoria, no podía discutir con ella temas interesantes y de tanta obsecuencia lo tenía hasta más arriba de la coronilla. Además dormía con ayuda de píldoras y permanecía en un estado de languidez insoportable.
Además, Adán no podía dejar de recordar a Lílith y la vida interesante que había llevado junto a ella. No había dos días iguales. Lílith era inteligente, siempre estaba inventando cuentos e historias sorprendentes, hacía mil cosas entretenidas, se reía como una niña con los chistes y a la hora de hacer el amor, era incansable y creativa.
- Dios, quiero pedirte una tercera oportunidad, esta vez con Lílith, pero me gustaría que le hicieras algunos cambios. Por ejemplo que no me discutiera tanto y que no pretendiera tener un mundo propio. – le pidió a Dios.
-Lo siento mucho, Adán, hasta aquí no más llegan los cambios. No puedes andar por la vida cambiando de mujer como quien cambia de hoja de parra. Te di la posibilidad de elegir y elegiste. Y además, estas esperando un hijo. O Eva o nada- le contestó Dios algo molesto.
Y Adán tuvo que irse con el rabo entre las piernas, mordiéndose los nudillos de pura rabia contra Dios, que era tan poco comprensivo y magnánimo. Si para él era fácil ayudarlo con sus problemas de pareja: era cosa de que chasqueara los dedos para volver todo a su lugar, también como estaba antes.





Gabriela Aguilera. Escritora chilena, estudió Antropología en la Universidad de Chile, e hizo un diplomado en Estudios Mexicanos en la UNAM.
Arrepentimiento tardío, pertenece al libro Fragmentos de espejos, microcuentos escritos con una mirada de género, como ella comentó: “Escribí Fragmentos de espejo porque tuve que mirarle la cara y soportar la ley de divorcio en mi país”.
Pertenece a una interesante iniciativa de Ciclo de Lecturas  Públicas donde lee textos propios y ajenos en las distintas Bibliotecas Públicas, para después establecer un diálogo abierto con los asistentes, donde se establecen lazos entre escritor y lector.


lunes, 1 de septiembre de 2014

LA MOSCA QUE SOÑABA SER ÁGUILA






 Los cuentos de  Augusto Monterroso se parecen a él: son pequeños y compuestos de un tierno cinismo. Su escritura es minuciosa y cuidada. Sus personajes, desde ranas, ovejas y moscas, parece recordarnos como Machado, que la belleza del lo escrito,  no requiere de grandes temas transcendentales, sólo de la mirada lúcida y sensible de que ve más allá de la superficie  de lo que nos rodea. Después, esos personajes  nos muestran la precariedad de lo humano, nuestros límites y quimeras, pero siempre dejando un espacio a la compasión porque nada del ser, le es ajeno.





Había una vez una Mosca que todas las noches soñaba que era un Águila y que se encontraba volando por los Alpes y por los Andes.

En los primeros momentos esto la volvía loca de felicidad: pero pasado un tiempo le causaba una sensación de angustia, pues hallaba las alas demasiado grandes, el cuerpo demasiado pesado, el pico demasiado duro y las garras demasiado fuertes; bueno, que todo ese gran aparato le impedía posarse a gusto sobre los ricos pasteles o sobre las inmundicias humanas , así como sufrir a conciencia dándose topes contra los vidrios de su cuarto.

En realidad no quería andar en las grandes alturas o en los espacios libres, ni mucho menos. Pero cuando volvía en sí lamentaba con toda el alma no ser un Águila para remontar montañas, y se sentía tristísima de ser una Mosca, y por eso volaba tanto, y estaba tan inquieta, y daba tantas vueltas, hasta que lentamente, por la noche, volvía a poner las sienes en la almohada.  



jueves, 24 de julio de 2014

LA SUERTE





¡ Ay la suerte, la suerte! con ella se nace o la vamos desarrollando con pensamientos y aptitudes positivas,  pareciera que si...

LO QUE LAS PERSONAS CON SUERTE TIENEN EN COMÚN.

Las características de las personas con suerte, incluyen el tener riesgos y saber cuando llega la hora. Aquí vamos a intentar  acabar con algunos mitos sobre las personas suertudas, y ayudarte a tener aptitudes que maximicen tu suerte.
 Los suertudos tienen tanta mala suerte en la vida como cualquier persona normal. Básicamente eres tan suertudo como lo que tú crees que eres.
La mayor característica  de los que tienen suerte es su concentración.



Los suertudos se concentran en cosas diferentes en comparación de los que tienen mala suerte.
Los suertudos   se acuerdan de las cosas buenas que les ha pasado y olvidan los malas.
Ellos ignoran a las personas negativas y evitan pensamientos negativos.
 Los suertudos crean su propia suerte a través de sus pensamientos y acciones. Las personas positivas emiten radiaciones positivas.




Una característica común en los suertudos  es una actitud positiva y ganas de arriesgar en dirección a sus objetivos. Cuando tú piensas que tienes mala suerte, influencias tu manera de pensar y acabas por crear condiciones para que la mala suerte aparezca.

Fallar forma parte de la vida, pero los suertudos ven las cosas de forma diferente.
Otra característica  positiva en ellos es su perspectiva positiva. 

jueves, 3 de julio de 2014

ELOGIO AL SILENCIO


Soy una gran admiradora del silencio y de sus espacios abiertos a la reflexión, por eso cuando encontré estas frases tan lúcidas, pensé compartirlas porque no tienen desperdicio, cada escritor  con su estilo y manera de ver la vida, aunque el denominador común parece la ironía...

«El hombre es el único animal que come sin tener hambre, bebe sin tener sed y habla sin tener nada que decir», decía Marc Twain. Por eso, contra el bullicio, la verborragia y la cháchara en general, recopilamos reflexiones que giran en torno al beneficio de expresarse solo cuando se justifica. Aquí vamos, con la ayuda de frases acertadas de escritores que sabían del valor de cada palabra. 

En general, la expresión excesiva está asociada a la carencia de contenido





«Se tiende a poner palabras allí donde faltan las ideas», denunciaba el escritor alemán Johann Wolfgang von Goethe.

«Cuanto menos piensan los hombres, más hablan», declaraba Montesquieu.

Thomas S. Eliot lo planteaba, con ingenio, de este modo:

«Bendito sea el hombre que, no teniendo nada que decir, se abstiene de demostrárnoslo con sus palabras».

Una variante de lo cual es este lema de Pitágoras (que muchas veces se atribuye a otros pensadores célebres e incluso a humoristas, como Groucho Marx): «Más le vale a un hombre tener la boca cerrada, y que los demás lo crean tonto, que abrirla y que los demás se convenzan de que lo es».

A la inversa, la capacidad de contenerse de hablar está asociada a cierta sabiduría o al menos a un aprendizaje:

«Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar», reconocía Ernest Hemingway.

Y Winston Churchill: «A menudo me he tenido que comer mis palabras y he descubierto que eran una dieta equilibrada».

También aparece asociada a la obtención de un beneficio:

«Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras», según William Shakespeare.

Finalmente, Quevedo resumía poéticamente la diferencia entre cantidad y calidad:

«Las palabras son como las monedas, que una vale por muchas como muchas no valen por una»


Texto tomado de Libros en Red

http://www.librosenred.com

Imágenes Catrin Velz Stein, tomadas de la Red

miércoles, 11 de junio de 2014

DEVOCIÓN MARIANA





Los viernes, siempre puntual y en una rutina embrutecedora, se las veía caminar hacia la iglesia. Madre e hija como un árbol y su brote mal formado, se paraban en la acera, la una, saludando amigablemente y haciendo las paradas de rigor con los vecinos, la otra, sonriendo con su carita rosada y babeante, enganchada del brazo delgado y nervudo de la madre.

Varias veces las encontré en la calle, vivían cerca y había hecho de sus visitas a la iglesia el sentido de sus vidas, con las  que la madre trataba de llenar espacios afectivos, de llevarle la contraria al tiempo; de ganarle el pulso a esa vida que tan desatenta había sido con ella.Nada le hizo imaginar en sus años de señorita de buena y reconocida familia, que el matrimonio, esa unión sagrada y bendecida por Dios, como decía su madre, daría esos frutos amargos que se pudren antes de llegar a madurar.

Al principio, recién nacida la pequeña, todo el tiempo se le iba en arrullarla y vestirla con la cantidad enorme de ropita que le había tejido durante el tiempo que duró el embarazo, y como no quiso saber el sexo de la criatura, ni muchos detalles de la gestación, sólo sentir el corazón galopante en las visitas medicas, tenia ropitas mínimas de todos los colores.



Con las semanas los ojos se le fueron achinando, y solo se veían en los escasos ratos en que permanecía despierta. Dormía y dormía como un animal pequeño, hundida entre los almohadones blancos y las sábanas ribeteadas de encajes y cintas de seda.Cuando su pasividad y sus miradas perdidas ya no pudieron pasar desapercibidas, se instaló en la casa un silencio pesado. Marido y mujer se esquivaban en los ratos que pasaban juntos.


Un día el padre pidió traslado hacia el interior, y se lo concedieron. Ella se negó a seguirlo, argumentando que la niña necesitaba los cuidados médicos que solo en la capital se podían encontrar. Entonces se separaron. La casa se volvió inmensa. Pensó que solo una disciplinada rutina podría ayudarla. Acudió a su devoción mariana, aquella que había visto implementar a su madre en los momentos difíciles. En la iglesia y rodeada de imágenes familiares desde la infancia, pensaba que el desastre de su vida tendría sentido algún día. Alguien en el más allá, reivindicaría por ella sus horas de desvelos y su habitual frustración, y por eso, se alejaba asustada como un gato escaldado de las horas peligrosas, en que sola y frente a sí misma, pensaba en el sinsentido de las cosas, mientras en la televisión pasaban La Casa de la Pradera en la programación habitual de la tarde.

Imágenes tomadas de la red

martes, 20 de mayo de 2014

ALGUNAS PERLAS DE MONTAIGNE




 Mucho me agradaría tener un conocimiento más perfecto de las cosas, mas no quiero comprarlo a cualquier precio. Mi proyecto es pasar dulcemente y no laboriosamente lo que me queda de vida. No hay por lo que quiera romperme la cabeza, ni siquiera por el saber, cualquiera que sea su labor. En los libros sólo busco deleitarme mediante sano entretenimiento; o si estudio, sólo busco con ello el saber que trata del conocimiento de mi mismo y que puede instruirme para bien morir y bien vivir.

No me muerdo las uñas si hallo dificultades al leer; ahí las dejo, tras haberlas incado el diente dos o tres veces. Si en ellas me emperrara, me perdería y también perdería el tiempo: pues tengo una mente primaria. Lo que no veo de entrada, menos lo veo obstinándome en ello. Nada hago sin alegría; y el esfuerzo excesivo me obnubila el entendimiento, me lo entristece y me lo cansa.

Digo libremente mi parecer sobre todas las cosas, incluso sobre aquellas que quizás se salen de mi inteligencia, que en modo alguno considero que pertenecen a mi jurisdicción. Lo que opino de ellas revela la medida de mi vista y no la medida de las cosas.




De los Libros, perteneciente a los Ensayos publicados en 1595.

Michel de la Montaigne (1533-1592), escritor, filósofo y humanista francés. Se le considera el padre del género ensayístico, al cual dedicó gran parte de su tiempo y sus energías. Retirado de la vida pública, se instaló en su castillo de Montaigne, cerca de Burdeos, donde se dedicó a escribir lo que él consideraba una escritura exenta de artificios, donde se mostraba como era y lo que pensaba, expresando su crítica hacía la cultura,  la religión y la política de su época. Su premisa era “describir al hombre y, en particular a mí mismo” por medio de un lenguaje claro y preciso, al alcance del hombre de su tiempo.

Imágenes tomadas de Internet.

lunes, 28 de abril de 2014

CARACAS, VISTA POR GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ






Entre 1957 al 59, Gabriel Garcia Márquez vivió intermitentemente en la ciudad de Caracas. Llegó desde Paris, donde había sido corresponsal del diario El  Espectador, de Colombia, que había tenido que  cerrar por motivos  políticos, después de que ascendiera al poder por medio de un golpe de estado, el general Gustavo Rojas Pinilla. Sin dinero y sin trabajo, a la deriva en esa hermosa ciudad, tuvo que aceptar  el trabajo de cantante en un bar, para poder pagar el hotelucho donde vivía y para mal comer. Su amigo y también escritor, Plinio Apuleyo enterado de sus avatares en París, le propone venir a Caracas, para trabajar en la revista Venezuela Gráfica. En esta ciudad, donde el amigo es director de la revista Momento, disfruta de una Venezuela próspera que recibe un gran flujo de emigrantes europeos y americanos en busca de todo tipo de trabajo. Se hospeda en una pensión de San Bernardino, y en el 57, aunque echa de menos a Mercedes, su eterna novia colombiana, sale, pasea y se divierte, para después recordar en Cuando era feliz e indocumentado.



También vivió la caída del dictador Pérez Jiménez el día 23 de Enero de 1958. Desde el balcón en la casa de su amigo Plinio, ven partir el avión llamado la Vaca Sagrada que lleva al dictador a su exilio de Santo Domingo. En  estos días intensos sus crónicas se multiplican, hablan de todo lo divino y humano, porque todo le interesa. De  Venezuela le seducen los contrastes, fruto de haber pasado en poco tiempo, de su carácter rural a un cosmopolitismo, debido a su recién descubierto petróleo. De su fino olfato de periodista salen las crónicas que reflejan el latido de la ciudad, que crece incansablemente y donde  se oyen todos los idiomas. Destaca de esta época, La infeliz Caracas, de la que tomo unos párrafos:





-¡Se alzó la aviación! – gritó. En efecto, quince minutos después, la ciudad de abrió por completo en su estado natural de literatura fantástica. Los caraqueños habían salido a las azoteas, saludando con pañuelos de júbilo a los aviones de guerra y aplaudiendo de gozo cuando veían caer las bombas sobre el Palacio de Miraflores, que para mí seguía siendo el Castillo del Rey que Rabió. Tres meses después, Venezuela fue por poco tiempo, pero de un modo inolvidable en mi vida, el país más libre del mundo. Y yo fui un hombre feliz, tal vez porque nunca más desde entonces me volvieron a ocurrir tantas cosas definitivas por primera vez en un solo año: me casé para siempre, viví una revolución de carne y hueso, tuve una dirección fija, me quedé tres horas encerrado en un ascensor con una mujer bella, escribí mi mejor cuento para un concurso que no gané, definí para siempre mi concepción de la literatura y sus relaciones secretas con el periodismo, manejé el primer automóvil y sufrí un accidente dos minutos después, y adquirí una claridad política que habría de llevarme doce años más tarde a ingresar en un partido de Venezuela.
Tal vez por eso, una de las hermosas frustraciones de mi vida es no haberme quedado a vivir para siempre en esa ciudad infernal.Me gusta su gente a la cual me siento muy parecido, me gustan sus mujeres tiernas y bravas, y me gusta su locura sin límites y su sentido experimental de la vida. Pocas cosas me gustan tanto en este mundo como el color del Ávila al atardecer.Pero el prodigio mayor de Caracas es que en medio del hierro y el asfalto y los embotellamientos de transito que siguen siendo uno solo y siempre el mismo desde hace 20 años, la ciudad conserva todavía en su corazón la nostalgia del campo. Hay tardes de sol primaveral en que se oyen más las chicharras que los carros, y uno duerme en el piso número quince de un rascacielos de vidrio soñando con el canto de las ranas y el pistón de los grillos, y se despierta en unas albas atronadoras, pero todavía purificadas por los cobres de un gallo. Es el revés de los cuentos de hadas: la feliz Caracas.

Imágenes y texto tomados de Internet




lunes, 14 de abril de 2014

LECTURAS PARA VACACIONES






LA ELEGANCIA DEL ERIZO
Muriel Barbery

En la portería de un elegante inmueble de París, tiene su escenario La elegancia del erizo, de Muriel Barbery. El titulo no sugiere nada, más bien desconcierta, no tenemos una imagen a que asociarlo. Pero al leer sus páginas nos adentramos a un mundo de realidad y fantasía compartida, donde lo obvio a primera vista, se convierte después de analizarlo y detenerse unos momentos en sus orígenes, en el absurdo que sólo la mente del niño, aún sin contaminar podría comprender. La parte realista nos convoca a la reflexión de innumerables acontecimientos con los que convivimos a diario y apenas son percibidos por nosotros. La soledad de las grandes ciudades, de los edificios citadinos donde todo el mundo se saluda con cortés indiferencia, después de compartir historias durante tantos años. Las clases burguesas son diseccionadas en una crítica feroz sin esperanza de salvación. Sólo 3 personajes interesan a la autora: la portera Ranee, Paloma una niña superdotada y el japonés Ozu, ya de vuelta de muchas batallas. Este personaje será el aglutinador y el revulsivo a la vez de este elegante edificio. 



Ranee es una portera fuera de lo común: culta, refinada, indiferente a todo lo que no sea el Arte, en sus consecuencias y las emociones que éste transmite, en él,  es donde encuentra el sentido de la vida. Su historia de vida es simple: de Portugal emigró  a Francia, hacia las tierras donde el Arte, que ella escribe siempre con mayúsculas, es una razón de estado para los ciudadanos. Viuda, sin hijos, sin amigos con quien conversar y compartir emociones. Cumplida y oficiosa, pero haciendo respetar sus horarios y derechos adquiridos en aquella Revolución que un día cambió el mundo. Atrincherada en su portería, donde se esconde, más que habita,  los días transcurren inexorablemente, sólo al Arte se hace permeable, entonces reflexiona con avidez sobre el cine y la estética japonesa a la cual admira, la música o los pasajes aprendidos de memoria de Tolstoi, hacen que su día a día tenga sentido y pueda despertar y levantarse una mañana  más.


Paloma, la niña sabia, la niña que sin apenas haber vivido, está cansada, abatida.  Se mira en el espejo de los adultos que la rodean y salvo excepciones, esa imagen le produce vértigo, en nada quiere parecerse a ellos. Si vivir y madurar es llegar a sentir esas emociones y compartir su pensamiento, prefiere quedarse por el camino. Y por ello, planea su suicidio, sin remordimientos y sin apenas levantar polvo sobre las aceras.
Un nuevo inquilino del inmueble, el japonés señor Ozu, viene a tender un lazo entre estas dos almas que no encuentran el sentido de sus vidas, la una por haberlo perdido con el tiempo y la otra, porque jamás lo encontró en su corto tiempo de vida.
El señor Ozu, representa lo genuino y valioso que aún subsiste en el ser humano “civilizado”, el hombre citadino y burgués poseedor de una vida aburridamente confortable, donde todo está previsiblemente cubierto y protegido con todos los derechos adquiridos en años de civilización y que sin embargo, se siente a veces inútil y desdichado.
Poco a poco estos tres personajes van tejiendo la historia, contada siempre en primera persona. Una dura crítica hacia la alta burguesía intelectual francesa, que para la autora, ha ido perdiendo la sencilla humanidad que nos conecta piel a piel con el prójimo, con la realidad de a pie, en aras de un  progresista bienestar común, que al final, no llega a permear las distintas capas de la que toda sociedad se compone y, a la que en teoría, pretende llegar.

Una lectura amena, reflexiva y muy francesa.
Imágenes tomadas de Internet

miércoles, 26 de marzo de 2014

MICROFICCIONES




Yo todo lo consulto con mi almohada porque la sé de buen juicio. Ella me escucha en silencio y me responde con sensatez. En la conversación interviene la frazada. (Al final, siempre le hago caso al colchón, que es un irresponsable.)

Mi cara en los sueños no coincide con mi cara en el espejo. Mi cara en el espejo no coincide con mi cara en las fotografías. Mi cara en las fotografías no coincide con mi cara en movimiento. Mi cara, decididamente, no coincide.

Despiértese, que es tarde, me grita desde la puerta un hombre extraño. Despiértese usted, que buena falta le hace, le contesto yo. Pero el muy obstinado me sigue soñando.

Un grito entra por la ventana. Si lo dejo salir, volverá a molestarme. Rápidamente bajo las persianas y me entiendo con él. Le propongo sonar libremente en los horarios que prevé el reglamento. Él es frugal. Yo soy generosa. Sin embargo la convivencia nos resulta imposible. A la larga dormir toda la noche con un grito reprimido suele traer dolores de cabeza.

A veces me despierto de visiones horribles, agitada, angustiada, llorando. Para calmarme le pido a mi marido que me deje apoyar la cabeza en su cuerpo y me abrace bien fuerte con todos sus tentáculos.


Microficciones de Ana María Shua

Ana María Shua 1951, escritora argentina, amante de la escritura y la lectura, como ella misma declara en Confieso que he leído, aparte de su Maestria en Artes y Literatura, se ha diversificado en la publicidad, el periodismo y ha escrito guiones para cine. Microficciones está sacado de La sueñera, libro difícil de clasificar ya que contienen distintos géneros, entre ellos, estas Microficciones.


Imagen tomada de la red



martes, 4 de marzo de 2014

CARACAS, LUCES Y SOMBRAS DE LA CIUDAD






Esta tarde salí al balcón, lo tenía olvidado. El perejil y el tomillo resisten a mi falta de atención y al olvido del agua. Hasta mi balcón se volvió poco confiable, son varias las veces que uno lee sobre el destino de balas perdidas, que  encuentran alguien que quiso ver más allá de su cuadricula habitacional. Esta mañana, no oí a las guacamayas pasar en dirección al este, creo que también andan confundidas. Entre los gases lacrimógenos y el ruido de los aviones que vuelan haciendo pruebas para la conmemoración del 5 de marzo, están como todos, a la expectativa. Se agudizan los sentidos, cualquier ruido se vuelve extraño, y uno desconfía. La calle se activa con marchas de todos los colores e ideologías. A todos nos mueve la misma sensación de miedo indivisible, pero que toma distintas formas, como el agua, según qué la contenga. Los miedos son libres y es difícil someterlos. Las carencias, la educación y el estrato social del que procedan, los condicionan. La vida entonces, se vuelve frágil, casi volátil. En la mañana se salió a la calle con ella y en la noche, había desaparecido. Las mismas palabras huecas, los eufemismos que las  envuelven y las camuflan. Porque las palabras se vuelven armas, y no precisamente cargadas de futuro. La violencia aflora, la verbal, la física. Emerge junto con el miedo, lo peor del ser humano, lo oscuro, lo sublimado. El desconocimiento del otro, como persona con derechos, se vuelve ajeno, extraño, habitante de otra tierra lejana y enemiga. Mientras tanto, la ciudad se va apagando, recogiendo en sí misma, buscando su postura fetal que la proteja de males por venir. Los comercios por falta de mercancías de todo tipo, bajan las santamarías, acortando horarios, haciendo inventarios que alarguen el tiempo de colgar el cierre indefinido. Los colegios reciben algunos niños soñolientos, las maestras dicen que ellas están ahí, pero que es difícil garantizar nada. Los niños no entienden mucho, sólo lo viven y guardan en su memoria. Los viejos se repliegan buscando su concha. La ciudad pasa de su noche oscura y solitaria por el miedo, al estruendo de los cacerolazos y las hogueras prendidas.

Fotografía de Machal Batory, tomada de la red

lunes, 17 de febrero de 2014

CUANDO JOHN STUART MILL CONOCIÓ A HARRIET TAYLOR



Cuando Mill y Harriet Taylor se vieron por vez primera en 1830, ambos debieron experimentar un insuperable sentimiento de atracción mutua que daría lugar a una de las aventuras más singulares en la vida amorosa de toda una época.

Así describen sus biógrafos la fascinación que sintieron el uno por el otro, una relación que marcaria sus vidas para siempre. Ese día, Harriet, acompañaba a su esposo  Jhon Taylor a la Iglesia Unitaria donde acudían con frecuencia para escuchar los sermones de Willian Fox, líder de la iglesia. Casada desde los 18 años, el matrimonio Taylor llevaban una relación de amistad y camaradería. Harriet, culta, inquieta y curiosa  por naturaleza, vivía dentro de los marcados límites de la sociedad de su época, participando a favor de los grupos femeninos que pedían la igualdad  de derechos y el sufragio para la mujer. De inmediato sintió una comunicación especial con Mill, del que comentaría más tarde:”es el primer hombre que me ha tratado como un ser igual”.
Empezaron a frecuentarse, intercambiando ideas y proyectos. El, filosofo, historiador y economista. Ella, escritora y luchadora a favor de los derechos de la mujer. Ambos soñadores de teorías progresistas en el campo social y cultural de su época. Mill quedó impresionado con el pensamiento reformista de Harriet, a pesar de tener un matrimonio convencional, ser madre de tres hijos, escribía  ensayos y poemas dedicando gran parte de su energía y salud al tema de los derechos humanos.
El matrimonio con John Taylor, no había sido por amor precisamente, más bien, el deslumbramiento de una jovencita por un hombre maduro y de solida posición económica y social. Habían compartido vida y pensamiento, pero sin la pasión del sentir al otro, como parte imprescindible para llevar a cabo un proyecto de vida, que los uniera para siempre.





Cuando John Taylor supo de la atracción  y los encuentros entre el filósofo y su mujer, solo pidió “formalidad”, así lo exigían su caballerosidad y sus buenos modales.
 Harriet, entonces,  compartió su tiempo y cuidados entre los dos hombres, llegando a formar un ménaje a trois, que escandalizó a toda la sociedad victoriana de su época.
Desde 1830 al 50 viajaron incesantemente, Italia, sur de Francia, Grecia, en busca de buen clima para su salud. Ambos padecían de frecuentes problemas pulmonares, que derivaron después en tuberculosis, padeciendo periodos de extrema gravedad, cuidando el uno del otro con autentica devoción.
Su numerosa correspondencia nos muestra una relación basada en el respeto y la admiración mutua. Mill alternaba sus escritos filosóficos con su trabajo para Indian House.
Asimismo intervino en Estados Unidos a favor de la abolición de la esclavitud y de la liberación femenina. Estaba convencido de que sólo la abolición de estos patrones sociales permitiría el progreso de las sociedades. En Inglaterra, cuando fue miembro de la Cámara de los Comunes, propuso el voto para la mujer, generando un escándalo que no tuvo acogida entre sus iguales, pensaba que: todo aquello que sofoca la individualidad, sea cual sea el nombre que se le dé, es despotismo”.




Cuando John Taylor enfermó gravemente, Harriet, permaneció a su lado hasta el final, a pesar de la renuencia de Mill, al que tuvo que recordar, el pacto de caballeros que los tres hicieron sin hablar. En 1851 después de la muerte de John Taylor,  Mill y Harriet se casaron.
En los años de convivencia, planearon en estudios y conversaciones conjuntas, El sometimiento de la mujer, uno de los primeros manifiestos sobre el tema de la libertad femenina, era el argumento que más inquietaba a Harriet y al que entregó su tiempo y su energía. En 1858 el matrimonio Mill, salió de Inglaterra con destino al sur de Francia, haciéndolo en pequeñas recorridos, con el fin de no agravar el delicado estado de salud de ella. Pero, camino a Avignon, Harriet sufrió un fuerte catarro que degeneró en una hemorragia pulmonar, acabando con sus fuerzas. Se la enterró en esta ciudad y Mill, se instaló en una pequeña casa en Saint Véran, desde donde podía ver el cementerio.  Pasado un tiempo, Mill, volvió a escribir, siguiendo interesado en los temas de los derechos humanos, al que se consagró hasta el final de sus días.

 Imágenes tomadas de la red


PUBLICADO EN LETRALIA,  EDWARD HOPPER Y SUS MUJERES SOLITARIAS
Enlace aquí: http://www.letralia.com/294/articulo05.htm

miércoles, 29 de enero de 2014

AL ALIMÓN


Amigos, Federico García Lorca y Pablo Neruda


Dimos una gran sorpresa. Habíamos preparado un discurso al alimón. Ustedes probablemente no sepan lo que significa esa palabra y yo tampoco lo sabía. Federico, que estaba siempre lleno de invenciones y ocurrencias, me explicó: “Dos toreros pueden torear al mismo tiempo el mismo toro y con un único capote. Esta es una de las pruebas más peligrosas del arte taurino. Por eso se ve muy pocas veces. No más de dos o tres en un siglo y solo pueden hacerlo dos toreros que sean hermanos o que, por lo menos, tengan sangre común. Esto es lo que se llama torear al alimón”.
Y esto es lo que hicimos, pero nadie lo sabía. Cuando nos levantamos para agradecer al presidente del Pen Club el ofrecimiento del banquete, nos levantamos al mismo tiempo, cual dos toreros, para un solo discurso. Como la comida era en mesitas separadas, Federico estaba en una punta y yo en la otra, de modo que la gente me tiraba a mí de la chaqueta creyendo en una equivocación, y por otro hacían lo mismo con Federico. Empezamos, pues, hablar al mismo tiempo diciendo él: “Señoras” y continuando yo con “Señores” entremezclando hasta el fin nuestras frases de manera que pareció una unidad hasta que dejamos de hablar. Aquel discurso fue dedicado a Rubén Darío, porque tanto Garcia Lorca como yo, sin que se nos pudiera sospechar de modernistas, celebrábamos a Rubén Darío como uno de los grandes creadores del lenguaje poético en el idioma español.


Confieso que he vivido.
 Pablo Neruda

Imágenen tomadas de la red

miércoles, 8 de enero de 2014

LA TIETA





 Joan Manuel Serrat, fue el primero que nos hizo visibles, al menos a los castellanos, la figura de la tieta, un mito de la cultura catalana. Su canción nos hablaba de una mujer de eterna soltería, querida por todos los miembros de la familia, pero no amada por un hombre en particular. Era la tía soltera de la España franquista, resignada a su destino, con algo de enfermera, madre amantísima y algo monjil. Habitaba en todos los hogares, como esas plantas necesarias en todo balcón, que alegran y dan alivio desde una trifulca familiar a una tos bronquial, siempre ahí, cercana, prodiga en consuelos y amores.





Pere Ginferrer en su libro de Memorias, nos la describe así: la tieta es la solterona de la familia, la resignada madre de los hijos de otras, la muy querida por todos, pero jamás amada por ninguno en particular, la segundona de los afectos pero depositaria de los más duraderos. La solitaria del vestido cursilón – y si tiene amigas visten tan cursi como ella-, la de los horarios mantenidos a rajatabla, la celadora de las costumbres que todos han olvidado, la conservadora impertérrita del buen tono que la juventud, implacable, pretende desterrar. Y, en muchos casos, la que tiene que sobrevivir a todas las ausencias y las va viviendo convertida en enfermera y, a la postre, en enterradora. El estado oficial de la tieta es la soltería, pero siempre resulta una incógnita familiar saber si fue por elección o por destino. La pregunta ¿por qué no se casó la tieta? Es de las primeras que se formula una buena sobrina cuando le suena la hora de la pubertad. El temor de quedarse en la misma situación no debe ser descartado en absoluto.




No sé por qué empiezo el año con este tema, quizás me acuerdo de todas esas tietas que nos acompañaron por el camino, de esa gente que nos quería y nos quiere  porque si, gratuitamente, por nuestra simple existencia y, en la que no hemos reparado, o muy poco,  o sólo dejándonos querer, casi como justificando que el simple  hecho de nuestra existencia, era suficiente motivo para ellas. Salut y cariños.

Imágenes del artista catalán Didier Lourenco, tomadas de la red


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