miércoles, 29 de enero de 2014

AL ALIMÓN


Amigos, Federico García Lorca y Pablo Neruda


Dimos una gran sorpresa. Habíamos preparado un discurso al alimón. Ustedes probablemente no sepan lo que significa esa palabra y yo tampoco lo sabía. Federico, que estaba siempre lleno de invenciones y ocurrencias, me explicó: “Dos toreros pueden torear al mismo tiempo el mismo toro y con un único capote. Esta es una de las pruebas más peligrosas del arte taurino. Por eso se ve muy pocas veces. No más de dos o tres en un siglo y solo pueden hacerlo dos toreros que sean hermanos o que, por lo menos, tengan sangre común. Esto es lo que se llama torear al alimón”.
Y esto es lo que hicimos, pero nadie lo sabía. Cuando nos levantamos para agradecer al presidente del Pen Club el ofrecimiento del banquete, nos levantamos al mismo tiempo, cual dos toreros, para un solo discurso. Como la comida era en mesitas separadas, Federico estaba en una punta y yo en la otra, de modo que la gente me tiraba a mí de la chaqueta creyendo en una equivocación, y por otro hacían lo mismo con Federico. Empezamos, pues, hablar al mismo tiempo diciendo él: “Señoras” y continuando yo con “Señores” entremezclando hasta el fin nuestras frases de manera que pareció una unidad hasta que dejamos de hablar. Aquel discurso fue dedicado a Rubén Darío, porque tanto Garcia Lorca como yo, sin que se nos pudiera sospechar de modernistas, celebrábamos a Rubén Darío como uno de los grandes creadores del lenguaje poético en el idioma español.


Confieso que he vivido.
 Pablo Neruda

Imágenen tomadas de la red

miércoles, 8 de enero de 2014

LA TIETA





 Joan Manuel Serrat, fue el primero que nos hizo visibles, al menos a los castellanos, la figura de la tieta, un mito de la cultura catalana. Su canción nos hablaba de una mujer de eterna soltería, querida por todos los miembros de la familia, pero no amada por un hombre en particular. Era la tía soltera de la España franquista, resignada a su destino, con algo de enfermera, madre amantísima y algo monjil. Habitaba en todos los hogares, como esas plantas necesarias en todo balcón, que alegran y dan alivio desde una trifulca familiar a una tos bronquial, siempre ahí, cercana, prodiga en consuelos y amores.





Pere Ginferrer en su libro de Memorias, nos la describe así: la tieta es la solterona de la familia, la resignada madre de los hijos de otras, la muy querida por todos, pero jamás amada por ninguno en particular, la segundona de los afectos pero depositaria de los más duraderos. La solitaria del vestido cursilón – y si tiene amigas visten tan cursi como ella-, la de los horarios mantenidos a rajatabla, la celadora de las costumbres que todos han olvidado, la conservadora impertérrita del buen tono que la juventud, implacable, pretende desterrar. Y, en muchos casos, la que tiene que sobrevivir a todas las ausencias y las va viviendo convertida en enfermera y, a la postre, en enterradora. El estado oficial de la tieta es la soltería, pero siempre resulta una incógnita familiar saber si fue por elección o por destino. La pregunta ¿por qué no se casó la tieta? Es de las primeras que se formula una buena sobrina cuando le suena la hora de la pubertad. El temor de quedarse en la misma situación no debe ser descartado en absoluto.




No sé por qué empiezo el año con este tema, quizás me acuerdo de todas esas tietas que nos acompañaron por el camino, de esa gente que nos quería y nos quiere  porque si, gratuitamente, por nuestra simple existencia y, en la que no hemos reparado, o muy poco,  o sólo dejándonos querer, casi como justificando que el simple  hecho de nuestra existencia, era suficiente motivo para ellas. Salut y cariños.

Imágenes del artista catalán Didier Lourenco, tomadas de la red


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