Cuando Mill y Harriet Taylor se vieron por vez primera en 1830, ambos
debieron experimentar un insuperable sentimiento de atracción mutua que daría
lugar a una de las aventuras más singulares en la vida amorosa de toda una
época.
Así describen sus biógrafos la
fascinación que sintieron el uno por el otro, una relación que marcaria sus
vidas para siempre. Ese día, Harriet, acompañaba a su esposo Jhon Taylor a la Iglesia Unitaria donde
acudían con frecuencia para escuchar los sermones de Willian Fox, líder de la
iglesia. Casada desde los 18 años, el matrimonio Taylor
llevaban una relación de amistad y camaradería. Harriet, culta, inquieta y
curiosa por naturaleza, vivía dentro de
los marcados límites de la sociedad de su época, participando a favor de los
grupos femeninos que pedían la igualdad
de derechos y el sufragio para la mujer. De inmediato sintió una
comunicación especial con Mill, del que comentaría más tarde:”es el
primer hombre que me ha tratado como un ser igual”.
Empezaron a frecuentarse,
intercambiando ideas y proyectos. El, filosofo, historiador y economista. Ella,
escritora y luchadora a favor de los derechos de la mujer. Ambos soñadores de
teorías progresistas en el campo social y cultural de su época. Mill quedó
impresionado con el pensamiento reformista de Harriet, a pesar de tener un
matrimonio convencional, ser madre de tres hijos, escribía ensayos y poemas dedicando gran parte de su
energía y salud al tema de los derechos humanos.
El matrimonio con John Taylor, no
había sido por amor precisamente, más bien, el deslumbramiento de una jovencita
por un hombre maduro y de solida posición económica y social. Habían compartido
vida y pensamiento, pero sin la pasión del sentir al otro, como parte
imprescindible para llevar a cabo un proyecto de vida, que los uniera para
siempre.
Cuando John Taylor supo de la
atracción y los encuentros entre el filósofo
y su mujer, solo pidió “formalidad”,
así lo exigían su caballerosidad y sus buenos modales.
Harriet, entonces, compartió su tiempo y cuidados entre los dos
hombres, llegando a formar un ménaje a
trois, que escandalizó a toda la
sociedad victoriana de su época.
Desde 1830 al 50 viajaron
incesantemente, Italia, sur de Francia, Grecia, en busca de buen clima para su
salud. Ambos padecían de frecuentes problemas pulmonares, que derivaron después
en tuberculosis, padeciendo periodos de extrema gravedad, cuidando el uno del
otro con autentica devoción.
Su numerosa correspondencia nos
muestra una relación basada en el respeto y la admiración mutua. Mill alternaba
sus escritos filosóficos con su trabajo para Indian House.
Asimismo intervino en Estados
Unidos a favor de la abolición de la esclavitud y de la liberación femenina.
Estaba convencido de que sólo la abolición de estos patrones sociales permitiría
el progreso de las sociedades. En Inglaterra, cuando fue miembro de la Cámara
de los Comunes, propuso el voto para la mujer, generando un escándalo que no
tuvo acogida entre sus iguales, pensaba que: todo aquello que sofoca la individualidad, sea cual sea el nombre que se
le dé, es despotismo”.
Cuando John Taylor enfermó
gravemente, Harriet, permaneció a su lado hasta el final, a pesar de la
renuencia de Mill, al que tuvo que recordar, el pacto de caballeros que los
tres hicieron sin hablar. En 1851 después de la muerte de John Taylor, Mill y Harriet se casaron.
En los años de convivencia,
planearon en estudios y conversaciones conjuntas, El sometimiento de la mujer,
uno de los primeros manifiestos sobre el tema de la libertad femenina, era el
argumento que más inquietaba a Harriet y al que entregó su tiempo y su energía.
En 1858 el matrimonio Mill, salió de Inglaterra con destino al sur de Francia,
haciéndolo en pequeñas recorridos, con el fin de no agravar el delicado estado
de salud de ella. Pero, camino a Avignon, Harriet sufrió un fuerte catarro que
degeneró en una hemorragia pulmonar, acabando con sus fuerzas. Se la enterró en
esta ciudad y Mill, se instaló en una pequeña casa en Saint Véran, desde donde
podía ver el cementerio. Pasado un
tiempo, Mill, volvió a escribir, siguiendo interesado en los temas de los
derechos humanos, al que se consagró hasta el final de sus días.
PUBLICADO EN LETRALIA, EDWARD HOPPER Y SUS MUJERES SOLITARIAS
Enlace aquí: http://www.letralia.com/294/articulo05.htm