jueves, 12 de marzo de 2015

LA CATRINA, SEÑORA DE LA MUERTE



CRÓNICAS DE MÉXICO




Dicen que fue Diego Rivera quien la bautizó con el nombre de Catrina, basándose en una caricatura original de José Guadalupe Posadas.Ya ha cumplido 100 años y en su comienzo se llamaba la Calavera Garbancera, en alusión a la mujer del pueblo que vendía garbanzos en los mercados, pero que creyéndose europea (francesa o española) renegaba de su propia cultura. Una burla a esa parte de la sociedad que no se identifica con sus propios valores y pretende aparentar lo que no es.


Empieza a aparecer en los periódicos llamados de “combate” donde se critica duramente a las clases altas y a los políticos que gobiernan el país. Estos escritos se ilustraban con calaveras de todo tipo y tamaño, sobre historias de crímenes, damas, terror y políticos. Nadie como el mexicano para burlarse de la muerte, para torearla y buscarle el lado jocoso que, como una compañera ineludible de viaje, te acompaña todo el tiempo.


En el mural Sueños de una tarde dominical en Alameda Central, Rivera, la engalana y la sitúa en el centro, rodeada de 150 personajes de la cultura mexicana y de su memoria familiar, donde aparece él de niño delante de su inseparable Frida. La Catrina  aparece vestida con traje largo, sombrero con plumas de avestruz representando al viejo continente y la conquista de México. La estola que la envuelve,  representa la serpiente emplumada del dios Quetzalcóatl, la vida y la muerte y en medio, el hombre habitando entre estas dos fuerzas. El sombrero en su primera representación, aparece engalanado con amapolas, la flor delicada y mortífera que puede adormecer al pueblo de sus anhelos y reivindicaciones.



Octavio Paz el historiador por excelencia mexicano, el cronista mayor de la cultura de este país, en su ensayo “Todos los santos, día de muertos” escribe: “Para los antiguos mexicanos la oposición entre muerte y vida, no es tan absoluta como para nosotros. La vida se prolongaba en la muerte y a la inversa. La muerte no era el final natural de la vida, sino fase de un ciclo infinito. Vida, muerte y resurrección eran estadios de un proceso cósmico que se repetía insaciable. La vida no tenia función más alta  que desembocar en la muerte, a su vez no era un fin en sí, el hombre alimentaba con su muerte la vecindad de la vida siempre insatisfecha”.


 “Para el habitante de NY, Paris, o Londres, la muerte es la palabra que jamás se pronuncia porque quema los labios. El mexicano en cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja,  es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente”. “Cierto, en su actitud hay quizás tanto miedo como en la de los otros; mas al menos no se esconde, ni la esconde; la contempla cara a cara con impaciencia desdén o ironía”, “si me han de matar mañana, que me maten de una vez”.
 El mexicano de hoy es una mezcla de culturas pasadas y presentes. De la cultura pre-hispánica conserva la altivez y el sentido del honor a su casta o tribu. Del hispano, la religiosidad hecha sincretismo y de la influencia sajona, el modernismo que arroya y se lleva a las dos anteriores por delante.


La máscara tan utilizada en la cultura pre-hispánica, aún persiste en su idiosincrasia, especie de metáfora del hecho de no mostrar su alma siempre rebelde, porque abrirse, según Paz, es debilidad propia de mujeres. La mujer mexicana, rehuye de su voluntad, ella espera ser despertada de su sueño a través del hombre. Atrae pero no seduce, es el hombre el encargado de este ritual, el mexicano sólo se muestra quitándose la máscara en sus fiestas, se abre, porque le está permitido. Por eso la Catrina, señora de la muerte, buena moza, remedo de un pasado y visión de un futuro, coqueta nos invita a vivir con plenitud la vida, al mismo tiempo que nos recuerda la fragilidad de ésta.

Imágenes tomadas de la Red
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