jueves, 10 de septiembre de 2015

CUENTOS CORTOS DE ÁNGELES MASTRETTA




DE OFICINA A OFICINA
A las nueve de la noche, Amalia llevaba once horas de trabajo de parto. Tenía la palidez de una hoja en blanco y el cansancio la había dejado en un silencio que sólo interrumpía su respiración sin rumbo. Entonces su marido llegó de la oficina con la corbata bien anudada y el cabello en paz. Se la quedó mirando, le puso una mano en la mejilla y le dijo: - No te imaginas qué día tan pesado he tenido.





PÉRDIDAS
A  veces el rumor de la nostalgia le subía desde los pies hasta la frente. Y desde las orejas hasta el ombligo algo ardiente le iba corriendo bajo la piel hasta que le brotaba un sudor tibio que en lugar de  aliviarla la ponía al borde de un ataque de llanto. Todo eso empezó a pasarle cuando un hombre que era dos al mismo tiempo desapareció de su vera como de pronto amaina un temporal.
_ Eso es la menopausia- le dijo su hermana tras oírla describir aquella sensación  de angustia repentina-. No tiene nada que ver con la pérdida del animal esquizofrénico que se te fue. Por drástica que te parezca la pérdida de un marido, nunca devasta como la pérdida del estradiol.




RAZÓN DE SOBRA
Soñó que se encontraba con la novia de su marido y no la mataba. Siempre había tenido ganas de apretarle el pescuezo siquiera un ratito. Ganas de encajarle una piedra de su collar en la tráquea, pero nunca pensó que se la encontraría porque sus mundos quedaban tan lejos que si ella hubiera vivido en Bagdad y no en la colonia vecina, de todos modos hubiera estado más cerca Bagdad. No caminaban las calles a la misma hora, ni buscaban la sombra bajo los mismos árboles, ni el sol les ahuyentaba el mismo frío. Por eso no la mató.


DEL LIBRO MARIDOS,  DE  ÁNGELES MASTRETA
2010 EDITORIAL  PLANETA  MEXICANA, S.A de C.V


Imágenes tomadas de Internet
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